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El endurecimiento de las penas por tráfico de drogas en los últimos años en Uruguay, y en especial durante el actual gobierno de Luis Lacalle Pou, ha desbordado las cárceles de personas pobres. En este episodio te contamos la historia de María, que estuvo presa por un delito de microtráfico y vivió más de tres años en la cárcel junto con su hija pequeña. Su historia muestra cómo las políticas punitivas para delitos de bajo rango pueden profundizar un círculo vicioso de pobreza y encierro. Después, para entender mejor cómo impacta la experiencia de la cárcel en niños y niñas, entrevistamos a la psicóloga Lía Fernandez, coordinadora de Gurises Unidos, una organización uruguaya que promueve los derechos de la infancia a nivel regional.
Créditos:
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Producción y reportería
Nausícaa Palomeque -
Edición
Silvia Viñas, Eliezer Budasoff -
Verificación de datos
Bruno Scelza -
Producción en redes sociales
Analía Llorente y Samantha Proaño -
Diseño de sonido y mezcla
Elías González -
Música
Elías González -
Tema musical
Pauchi Sasaki -
Fotografía
Nausícaa Palomeque
Etiquetas:
Transcripciones:
Transcripción:
María: Siempre la levanto a esta hora así porque, porque es bien cerquita a la escuela.
Nausícaa: ¿A qué hora entra?
María: A las ocho. Entonces, 7:30 más o menos ya la metemos por el agua. Y a las ocho la llevamos.
Silvia Viñas: Es temprano en la mañana y nuestra productora Nausícaa Palomeque está en Salto, una ciudad del noroeste uruguayo, en la frontera con Argentina. Está en la casa de María, que peina a su hija de 4 años para ir a la escuela. Cambiamos su nombre para proteger su identidad.
María: Y con la mano te peino. No puedes tener el pelo todo mojado.
Eliezer Budasoff: María tiene 43 años y ocho hijos. Vive en las afueras de Salto, en una casa que fue de su padre, con su esposo y sus hijos más chicos. Es una casa de paredes de bloque y algunas piezas con techo de chapa, con un baño sin terminar.
María: Que en la casa de al lado vive mi hija y entonces usamos el baño de ella.
Niño: Abuela, ¿qué hora es?
Niña: 7:40.
María: Y así vamos todos los días a la escuela.
Nausícaa: ¿A cuánto estamos?
María: No, media cuadra, una cuadra.
Silvia: Las niñas más grandes van a la escuela en la moto con la tía, que vive en la casa de al lado. Y María lleva a su hija más chica caminando. Es una experiencia nueva para las dos.
María: Bueno, la mía viene de mañana porque de tarde va al club de niños. Entonces tiene toda actividad todo el día. Porque si estoy trabajando, estoy tranquila de que salió de la escuela y se fue para el club.
Eliezer: Este es el primer año que María lleva a su hija menor a la escuela. María fue condenada por tráfico de drogas en 2020. Y estuvo un poco más de tres años en la cárcel con su hija.
Silvia: Uruguay tiene la tasa más alta de presos en América del Sur. Cada mil uruguayos, cuatro están presos. Y cada vez son más. En los últimos 20 años, la población carcelaria se triplicó. Las cárceles no dan abasto. La violencia y el hacinamiento han crecido. Hoy, por cada 100 plazas, hay al menos 120 personas presas.
Eliezer: Si bien hay más hombres presos, el incremento ha sido mucho más acelerado en las mujeres.
Y con las mujeres presas, también ocurre un fenómeno del que no se habla tanto: los niños y niñas como la hija de María, que terminan viviendo con sus madres en las cárceles.
Bienvenidos a El hilo, un podcast de Radio Ambulante Studios. Soy Eliezer Budasoff.
Silvia: Y yo soy Silvia Viñas.
El endurecimiento de las penas por tráfico de drogas en los últimos años en Uruguay, y en especial durante el actual gobierno de Luis Lacalle Pou, ha desbordado las cárceles de personas pobres.
Hoy, la historia de María, y cómo las políticas punitivas para delitos de bajo rango profundizan un círculo vicioso de pobreza y encierro, que no solo impacta en las mujeres que van presas, sino también en sus hijos.
Es 18 de octubre de 2024.
Eliezer: Nausícaa reportó y produjo esta historia, y nos sigue contando.
Nausícaa: El día que estuve con ella, María dejó a su hija en la escuela y después de una reunión con la maestra volvimos caminando a la casa.
Nausícaa: ¿Esta es tu casa desde cuándo?
María: Desde hace muchos años. De… tengo 43, 44.
Nausícaa: Su padre le dio una pieza y a partir de allí comenzaron a levantar otras. Construyeron el cuarto de sus hijas y al lado están haciendo el baño, con la ayuda de un amigo albañil que viene los fines de semana a colaborar.
Una de sus hijas, que es adolescente, se sigue bañando en la casa de una vecina que es amiga de María. La muchacha vive con esa vecina desde que María estuvo presa. Y por ahora no quiere volver a vivir con su madre.
Mientras estuvo presa, María trabajó en la chacra de la cárcel, que son terrenos dedicados a la agricultura. Cuando salió le dieron una liquidación , o finiquito, casi 800 dólares, y con eso pagó los arreglos para el baño y la pintura para el cuarto de sus hijas.
Nausícaa: ¿De qué color va a ser?
María: Violeta.
Nausícaa: ¿Lo eligieron ellas?
María: Sí, sí. Querían un rosado o un violeta. Y había ese violeta. Me pareció que estaba bueno.
Nausícaa: Nos sentamos en el cuarto que está sin pintar para seguir con la entrevista. Quería conocer la historia de María y cómo fue que terminó vendiendo drogas en su casa. Allí mismo, en ese mismo cuarto.
María nació en Montevideo, y al año sus padres se mudaron a Salto, a unos 500 kilómetros de la capital. Tiene cinco hermanos vivos, y otros dos que murieron. Ella es la mayor.
María me habló con mucho cariño de su padre, me contó que trabajaba cuidando a personas mayores. Con su madre la relación fue complicada, con muchas ausencias, y muchas veces se tuvo que hacer cargo de sus hermanos más chicos.
María: Y yo tenía 11 años, ponele 12, y cuidaba de ocho meses, hasta de dos o tres años. Y mi mamá no debió de tener hijos y debió vivir su vida bien, como la vivió igual, pero ¿viste? Nos arrastraba, por ejemplo, de vivir agregado en las casas de personas que ella conocía y ahí abusos sexuales, todo tipo de…
Nausícaa: ¿De los compañeros?
María: Sí, sí. O parejas, esas cosas.
Nausícaa: María quedó embarazada cuando tenía 14 años. Me contó que buscó ese embarazo, pensaba que tener un hijo le iba a dar más independencia. Sobre todo en la relación con su madre.
María: Y un día ella dijo aprontá las cosas y aprontá las cosas del nene que nos vamos. Y ahí sí yo me me hice la grande, yo me suponía que yo era grande porque tenía hijo y le dije que no, que no, que no me iba a ir nunca más. Y así me quedé acá con mi papá.
Nausícaa: María fue a la escuela hasta los 11 años. Terminó la primaria años después, en una escuela nocturna, con 17 años.
María: Y me enganché y terminé la escuela ahí, con… iba con mi hijo y con mi panza a la escuela. Hice hasta sexto, pero con 17 años ya.
Nausícaa: No terminó la secundaria. Era complicado seguir estudiando. Tenía 17 años y tres hijos. Y se había separado del padre de sus hijos. Hasta que conoció a su actual esposo, y con él tuvo cinco hijos más.
María: Y él me ayudó, hasta ahora, así, siempre. Nos separamos, volvimos de nuevo. Él me crio los gurises. Al año y medio de los mellizos de nuevo me embaracé, yo siempre digo: veo un calzoncillo y me embarazo.
Nausícaa: Hace 10 años comenzaron los problemas con uno de sus hijos, que empezó a consumir pasta base de cocaína. Su hijo tenía 13, 14 años.
María: Y… ¿Cómo te digo? Te agotaba, ¿viste? Estaban los más chicos y el otro la policía lo agarraba día por medio. Yo me comía desde la de la mañana hasta ponele, a medianoche, en las comisarías, en el juzgado, en todos lados, ¿viste?
Nausícaa: Esto afectó la vida familiar, porque María se pasaba en las comisarías y estaba poco en su casa. Tenía reclamos de sus otros hijos, de su esposo.
María: Por ejemplo, él llegaba y tenía que hacerse cargo él de los gurises. Todos los días llegábamos y teníamos que limpiar y hacer todo porque los dos trabajábamos. Yo llegaba a las 9 de la noche, a las 10, ya había acostado los otros. Los gurises quedaban con mi madre o con una vecina, porque yo sí tenía que estar con mi hijo porque era el adulto responsable.
Nausícaa: Su esposo se fue de su casa por un tiempo. Y su hijo, que entonces tendría unos 16 o 17 años, según recuerda María, terminó en un centro de reclusión para menores en Montevideo. María me contó que llevaron a varios jóvenes porque le pegaron a un policía. Y que cuando su hijo regresó, volvió peor.
Me contó que pidió ayuda muchas veces. Que intentó que internaran a su hijo para tratar su adicción. Pero no lo consiguió y su hijo seguía robando para consumir. La policía lo detenía y, como era menor, iban a buscar a Maria a su trabajo. Empezó a faltar y a rendir menos.
María: No terminaba el trabajo. Iban de mañana porque lo habían agarrado a la noche o a la madrugada, y llegaba a trabajar y ponele que a la hora me iban a buscar y ya no podría regresar a trabajar. Entonces ya no llegaba a casa, no… pasaba detenida, lo detenían a él y me detenían a mí también.
Nausícaa: Hasta que la despidieron. María cobraba una asignación estatal por sus hijos, pero no le alcanzaba para sostener a la familia. Y su esposo, que se había ido, después de unos meses dejó de pasarle dinero. Me contó que intentó reclamar ese pago, pero no pudo con la burocracia y con los requisitos que le exigían. Se quedó sin trabajo. Empezó a pedir dinero acá y allá.
María: Un día fui a pedir. Tenía un cuñado de mi hermana más chica, le fui a pedir. Pedía todos los días también yo, imagínate, tenía como seis gurises.
Nausícaa: Hasta que comenzó a vender pasta base de cocaína.
María: Un buen día voy a pedir plata y me dijo tengo esto, vos tomá, vendétela para vos. Me enseñó cómo venderla, todo, y ahí ya empecé a vender. Vendía en mi casa, cuando todos dormían, yo vendía.
Silvia: Una pausa y volvemos.
Eliezer: Estamos de vuelta en El hilo. Nuestra productora Nausícaa nos sigue contando.
Nausícaa: La historia de María se parece a la de muchas mujeres uruguayas pobres, cabeza de familia, con bajo nivel educativo, con hijos a cargo.
Varias investigaciones señalan que no suelen tener antecedentes penales, que muchas veces el inicio en el delito se da a través de algún conocido, en general un hombre, un familiar o una pareja. Y que a diferencia de otros delitos, el microtráfico les permite seguir adelante con la vida familiar y las tareas domésticas. Hasta que van presas.
María: Vivíamos bien en el tema de que teníamos para comer todos los días. No, no vendía drogas así en cantidades. Ni mis hijos nunca en su vida usaron ni ropa de marca, ni nada así como… ellos usaban la ropa de siempre. Yo siempre compraba lo de siempre, lo único que teníamos para comer.
Nausícaa: Vendía drogas los fines de semana y con eso resolvía la comida.
María: Me traía diez gramos. Lo vendía ese fin de semana hacía unas monedas pa toda la semana y ta. Pero ya del lunes era otra cosa. Siempre tuve así tema de que desde el desde el lunes en adelante los niños iban a la escuela, que no podía molestar.
Nausícaa: María me contó que solo aceptaba dinero, no cosas robadas. Temía que la policía se las encontrara y detuvieran a sus hijos. Reconoce que cometió un delito y que posiblemente hizo mucho daño vendiendo droga. Pero también apunta contra una cierta hipocresía en el barrio, porque la venta de drogas no es la única actividad ilegal que ocurre en esa zona. Por ejemplo, habla de vecinos que critican a los jóvenes que consumen drogas, y que terminan comprándoles cosas robadas.
María: Porque a veces hablan de los gurises que consumen, ¿no? Pero el gurí que consume viene y te roba esto a vos y se lo vende a la vecina de al lado de tu casa, que es la que se queja de que andan robando, que andan esto, pero les piden esto, les compran. Muchos los vecinos se quejan mucho de los gurises, pero son los que proveen de que los gurises estén así. Me parece que que somos culpables así todos nosotros somos culpables de que los gurises…y el gurí roba porque tiene a quién venderle. Tiene.
Nausícaa: En setiembre de 2020 detuvieron a María. Tenía 19 denuncias de sus vecinos. Su caso coincide con una serie de cambios en las leyes de drogas que se hicieron durante el actual gobierno.
María: No es justificativo ni quiero serlo, cuando me detienen que vienen acá y hacen allanamiento, no sacaron nada ni nada. Solo en el cuarto del gurí de al lado que tenía bolsita de su consumo, porque en la pieza de él fumaba, él todo ahí. Entonces, sacan una hojita de un cuchillo y las bolsitas de alguno de los envoltorios de los de la droga que él fumaba, de él.
Nausícaa: Esa tarde también detuvieron a su esposo y a su hermana. Los condenaron a cuatro años a cada uno por venta de estupefacientes. También detuvieron por hurto a su hijo, que tenía 20 años.
Las gráficas son bastante claras. En Uruguay cada vez hay más mujeres presas. Ese crecimiento tiene que ver con una tradición de la justicia uruguaya que prioriza la cárcel a las medidas alternativas. También con algunas normas que se aprobaron en el actual gobierno de Luis Lacalle Pou, que retomaron una legislación de los 70, de la dictadura, y que tendieron a endurecer las penas por microtráfico. Y que han afectado directamente a las mujeres pobres, que suelen ser el eslabón más frágil del narcotráfico y las que terminan presas.
Por ejemplo: algunos delitos como vender droga en la casa o ingresar sustancias a la cárcel podían ser excarcelables. Es decir, podían pagarse con prisión domiciliaria. Con la nueva legislación sí o sí se pagan con cárcel. Además se estableció un mínimo de cuatro años de prisión.
Estas medidas fueron polémicas y generaron muchos reclamos, porque las cárceles comenzaron a llenarse de mujeres. Finalmente, el año pasado se redujo el mínimo de la pena para el microtráfico en las cárceles a 16 meses. El delito que cometió María, vender droga en la casa, mantuvo la pena mínima de cuatro años.
Fuimos caminando hasta la cárcel. Queda en las afueras de Salto, a unas 20 cuadras de la casa de María.
El camino es de tierra seca, se ven algunas casas precarias, perros, caballos y mucho campo. A varias cuadras ya se puede ver el edificio gris de la cárcel. Está rodeada por un muro de ladrillo con alambres de púa, hay policías vigilando, un patio y los pabellones de color gris. Es una cárcel pensada para hombres, con un anexo, una casona vieja, para las mujeres.
El esposo de María y su hijo fueron al sector de varones. María y su hermana, a la casona de las mujeres.
María: Adentro son siete piezas, en cada pieza hay diez, 11 camas. Según como esté ahora, dicen que está llenísimo. La verdad no sé. Cuando yo me fui estaba lleno, estaba lleno.
Nausícaa: ¿Cuándo vos llegaste cuántas mujeres había?
María: 32 y cuando salí había 74 creo.
Nausícaa: Cuando entró había cinco niños. Cuando salió eran 19.
Silvia: En Uruguay, como les decíamos al comienzo, la tasa de personas presas es una de las más altas de la región. En 20 años la población carcelaria general se multiplicó por tres. Pero si se miran solo las mujeres, se multiplicó por cuatro, según los datos oficiales del Comisionado parlamentario.
Y de la mano de este aumento, también aparece una realidad de la que se habla poco: los niños y niñas que viven con sus madres en las cárceles.
Eliezer: En Uruguay está permitido que las mujeres presas que tienen hijos pequeños estén con ellos en las cárceles. Los niños pueden tener hasta cuatro años, y con algunas condiciones, hasta ocho años. Si no van con su madre, quedan con algún familiar, si hay alguien que puede hacerse cargo. Y como última medida, el Estado los deriva a centros para menores.
Según los informes sobre cárceles en Uruguay, solo dos de cada 10 niños con madre encarcelada están a cargo de sus padres.
Silvia: En 2023 había unas 15.000 personas presas, hombres y mujeres. Y se estima que hay cerca de 20.000 niños y adolescentes viviendo afuera de la cárcel, con sus padres presos.
Después de la pausa, la experiencia de María en la cárcel con su hija, y cómo el encarcelamiento de una madre o padre afecta a los niños.
Ya volvemos.
Eliezer: Estamos de vuelta en El hilo. Nausícaa nos sigue contando.
Nausícaa: Apenas la detuvieron, María pidió que le trajeran a su hija más pequeña.
María: Cuando yo caigo presa, no sabía nada de cómo era eso, no me imaginaba. Sé que había mujeres que estaban con niños presos y todo, pero no sabía cómo hacían para entrarlos ni nada. Entonces cuando nos están leyendo sentencia, ahí está el fiscal, ya el abogado le había dicho que yo quería llevar mi hija. Mi hija tomaba teta, era chiquitita, no tenía un año, era muy bebita. Y el fiscal ahí cuando me está leyendo me dice ¿cuál es la mamá que quiere entrar a su hijo? Y yo le dije yo, yo quiero entrar ahora y mi hija está ahí afuera y ya quiero que me la entre.
Nausícaa: En la cárcel de Salto, María estaba presa en un pabellón con ocho mujeres más.
María: Y después niños. Estuve con dos, una mamá que se fue en libertad y también estaba con un varoncito y después me tocó con otras dos más que tenía uno un varoncito y otro otra nena más.
Nausícaa: Me contó que le ofrecieron una cuna para su hija, pero ella prefirió dormir con ella en su cama.
María: Aparte tomaba teta y yo le encajaba la teta y dormíamos plácidamente las dos. Pero era por yo nomás. Una decisión mía nomás.
Nausícaa: Estamos sentadas enfrente a la cárcel. Desde el patio, varias mujeres empiezan a llamarla. Le hacen bromas. Salto es una ciudad chica y la gente se conoce. Además María salió hace apenas seis meses de la cárcel.
María me cuenta que cuando estaba presa salía poco al patio. Le daba vergüenza que sus hijas más grandes pasaran y la vieran.
María: Totalmente vergüenza, sí. No, no, no podía. No hacía ese patio ahí. Yo estaba un rato y ya si empezaba a pasar mucha gente, ya me me iba para adentro, solo encerrada. Yo me encerraba sola.
Nausícaa: La mayoría de sus compañeras de pabellón estaban presas por tráfico. María me dice que todas tenían un perfil parecido, con una familia a cargo, y que ninguna era una gran traficante.
Aunque no salía mucho al patio, sí procuraba ir a la chacra de la cárcel para trabajar y descontar días de su condena.
En Uruguay para algunos delitos se pueden descontar días de condena por trabajo o por estudio. Pero a partir de 2021 varios delitos quedaron afuera de esta posibilidad, entre ellos la venta de droga en la casa, el delito que cometió María.
María fue condenada unos meses antes de este cambio, por eso pudo descontar varios meses de su condena. Hoy, con esta nueva norma, ya no podría hacerlo.
María: Me levantaba, aprontaba un mate y ya aprontaba a la nena se iba para el CAIF
Nausícaa: El CAIF, un centro público donde atienden a niños pequeños. María empezaba a trabajar en la chacra a las 8 de la mañana. Y las operadoras de la cárcel –que son las funcionarias que trabajan adentro, y no usan armas– llevaban y traían a su hija al CAIF en una camioneta de la cárcel. La niña volvía a las tres y media de la tarde y María trabajaba en la chacra hasta las cuatro. Ese rato, los niños se quedaban con otra presa.
María: Y a veces tenía el privilegio de llevarla a la chacra conmigo también.
Nausícaa: Los días de vacunas, María salía esposada con su hija y la policía. Y una vez al mes iba una pediatra a la cárcel, a controlar la salud de los niños.
Lo peor eran los días de lluvia.
María: No ibas a trabajar, nos llevaban a la nena al CAIF y no podía salir. Ya era ya, ya. No, no, no podés. Y la mayoría de los roces y cosas que pasan adentro es todo por no tener un algo para hacer. Horrible eran los días de lluvia, porque ahí me sentía… ese día estaba todo el día presa.
Nausícaa: María le leía cuentos a su hija, jugaban a las madres, a la maestra.
Cuenta que las mujeres eran amables con su hija. Pero la convivencia con ocho mujeres y con niños en una misma pieza no era fácil.
María: Adentro encerrada en el cuarto también es conflictivo porque si una presa duerme, quiere dormir y que vos le respetes su sueño. Y a la niña no le podía cerrar la boca porque si quería gritar, llorar, reírse o hacer algo, lo iba a hacer. Y entonces era re frustrante.
Nausícaa: ¿Te venían a visitar?
María: Mmm, no. Tuve pocas visitas. En cuatro años habré tenido unas siete u ocho visitas, en especiales, los días de cumpleaños de mis hijas que me las traían y después no sé en el Día de la Madre o los días festivales que hacían el Día del Niño, alguna fiestita que hacían me traían mis hijas. No, no, no tengo tampoco quién me visitara, no tenía. No tenemos familiares. Mi hermana que es la que tengo estaba también presa acá conmigo.
Nausícaa: María no sabe aún cuánto impactó en su hija estos casi cuatro años de cárcel. Los primeros días, cuando la liberaron, la niña le pedía volver a la cárcel. Era lo único que conocía.
María: Y espero que no tenga más problemas más adelante, que sea más grandecita, pero yo digo que sí, que le habrá quedado algo. Si aparte extrañó mucho los primeros días, extrañó mucho. Esa era su casa. Lloraba para volver. Ella era de ahí, esa era su casa y la saqué de la casa y la llevé para otro lado que nada que ver.
Nausícaa: María está procurando reconstruir el vínculo entre sus hijas. Durante cuatro años prácticamente no se vieron y no tejieron una relación de hermanas.
María: Yo trato de no hablarle nunca de la cárcel a mi hija. Trato de que ellas…espero, no se le va a olvidar porque ella tiene cuatro años, pero trato de no hablarle. De lo único que hablamos es de una operadora que ella la quiera mucho, que la llevó hasta la casa incluso a verla, porque tiene un apego y los primeros meses pasó muy mal, muy mal. Ella le llama mi mini familia. Entonces se la llevo. Igualmente, ya estoy tratando de no llevársela mucho, y ahora con el tema de que empezó las clases y todo, trato de no llevársela, que ella se olvide, que no es la mamá.
Nausícaa: Claro, no te gusta mucho la mini familia.
María: Sí, sí.
Nausícaa: El encarcelamiento de madres afecta de forma definitiva a los niños y niñas. Esto lo dice un informe sobre las cárceles y la maternidad en Uruguay que hizo Naciones Unidas y el comisionado parlamentario para el sistema penitenciario, un funcionario elegido por el Congreso uruguayo para que informe sobre el estado de las cárceles del país y las condiciones de vida de las personas presas. El informe también explica que los impactos perduran incluso después de que termine la condena.
En el impacto coinciden varios informes. Una cárcel implica vigilancia, alambrados, ruidos, mucha gente, falta de intimidad, que afectan “de manera adversa” los primeros años de vida de los niños.
En la cárcel de mujeres de Montevideo, en la unidad donde están las madres con sus hijos, dos pediatras están investigando el neurodesarrollo de los niños, porque esos primeros años son determinantes.
Los primeros resultados de un estudio preliminar se presentaron a fines de mayo, en la Universidad de la República. Las pediatras estudiaron 29 duplas de madres con sus hijos. Reconocieron un impacto negativo en el desarrollo del lenguaje y en la motricidad fina de los niños que están en la cárcel. Y en casi todas las madres encontraron síntomas de ansiedad y depresión.
Como elementos positivos, encontraron que los niños tienen un vínculo de confianza y afecto con sus madres, que la alimentación era adecuada y tenían las vacunas al día.
Queríamos entender mejor cómo impacta en los niños que su madre vaya a prisión, así que hablamos con ella:
Lía Fernández: Mi nombre es Lía Fernandez. Soy de Uruguay. Soy psicóloga.
Nausícaa: Lía es coordinadora de Gurises Unidos, una organización uruguaya que promueve los derechos de la infancia, y que trabaja en las zonas más vulnerables de Uruguay. También trabajan a nivel regional procurando incidir en políticas públicas relacionadas con infancia, políticas de drogas y cárceles.
Parte de su trabajo es dar voz a niños y jóvenes con familiares presos. Un momento que los niños relatan en los testimonios que han recogido Lía y sus compañeros es cuando detienen a sus padres y la policía allana sus casas. Son experiencias traumáticas, que generan terror en los niños.
Lía: El nivel de trauma que genera en los niños y niñas ese episodio de que entren un montón de policías con armas a llevarse detenido a su papá, su mamá o a quien sea, donde no hay nadie que esté mirando a esos niños para tratar de protegerlos y de preservarlos, este, es una de las de las situaciones más traumáticas que nos relatan y que es bastante compartido el sentir en diferentes países. Por lo que hemos chequeado con los niños y niñas cuando hemos hecho estos grupos de intercambio, el relato es muy similar sin tener excepciones en ningún país. Y después se llevan al familiar detenido y si hay niños, quedan ahí en banda. No hay nadie que defina o hay algún vecino ahí que se hace cargo o algún adulto en la vuelta, pero no hay nadie que esté que esté poniendo, digamos, el foco en qué pasa con esos niños, ¿no?
Nausícaa: Los niños que quedan afuera, cuentan sobre las visitas a la cárcel y las revisiones para entrar.
Lía: Un niño para llegar a la visita imaginate todo lo que tiene que vivir antes, desde poder tomarse locomoción desde muy temprano. Depende de la ciudad, de la región en la que esté. Pero las cárceles no están cercanas a sus hogares.
Llegan a la visita, las filas, las colas, al rayo del sol, bajo lluvia, en condiciones que no están preparadas para recibir a los niños. El relato de las requisas, las revisiones lo traen con mucho enojo, cómo muchas veces los guardias penitenciarios les rompen los paquetes que llevan para sus familiares. Hablan mucho de la coima que le dan a los policías y que depende del grado de discrecionalidad y de buen humor o no del guardia para que los dejen pasar determinados paquetes o no.
Nausícaa: En las cárceles que no tienen escáneres, los adultos y los adolescentes tienen que pasar por una revisión corporal. Los niños no son sometidos a esto, pero presenciar ese proceso también les deja marcas…
Lía: Y los niños traen de que a ellos no los revisan, pero que les da mucha bronca que a sus mamás sí y que las hacen desnudar y que las hacen agachar. Entonces relatan todo eso. Yo creo que es de los relatos más violentos y que genera un montón de sensaciones encontradas.
Nausícaa: Muchos niños dicen que quisieran un lugar más amigable, más íntimo para ver a sus padres en las cárceles. Algo que en general no encuentran.
Lía: Y algo que nos llama mucho la atención es que a pesar de todo esto que estamos relatando, igualmente cuando hay una referencia positiva en términos afectivos, ellos igual eligen ir, prefieren ir.
Nausícaa: Lía me contó que los impactos en los niños con padres encarcelados son múltiples.
Lía: Empezando por la dimensión afectiva, obviamente hay un impacto a nivel emocional cuando un papá o una mamá es privado de libertad, desde la angustia, la tristeza, pero también la bronca, la ira, sobre todo en los más adolescentes. Y sobre todo, bronca e ira contra el Estado a través de la figura de la seguridad.
Nausícaa: Algunos sienten alivio si la persona que va presa los maltrataba o era violenta en su casa.
Lía: Después también impacto a nivel económico y a nivel de la asunción de roles dentro de la familia. Si un familiar adulto cae preso, muchas veces son los niños, niñas y adolescentes que tienen que asumir otros roles fuera del hogar para generar las estrategias de sobrevivencia lícitas o no lícitas.
Nausícaa: Y esto también repercute en la vida familiar, en las tareas dentro de la casa, en quiénes se ocupan de los cuidados.
Lía: Que aquí siempre lo destacamos, hay una una mirada de género que tenemos que introducir. Son generalmente las niñas y las mujeres adolescentes quienes asumen los cuidados de hermanos dentro del hogar y las tareas del hogar.
Nausícaa: Lía además ha visto situaciones de discriminación y estigma en los barrios, en escuelas primarias y secundarias.
Y dice que esto suele generar dos tipos de respuesta: que los niños rechacen el delito, que se alejen, que no quieran hablar de lo que les pasa. O lo contrario: que se acerquen al delito, y que ahí encuentren un lugar de pertenencia y una forma de legitimación.
Lía: Y acá esto implica una fuerte cuestionamiento a cuáles son las alternativas para ese adolescente. ¿Cuál es la alternativa cuando no hay una propuesta educativa que seduzca a los chiquilines, cuando no hay una alternativa económica para esa familia? Entonces, aquí empiezan a aparecer otras redes, otros espacios donde estos gurises, estos niños, niñas y adolescentes empiezan a sentirse parte. Entonces esas ausencias del Estado empiezan a ser sustituidas en las comunidades por otras presencias. Y aquí es donde aparecen redes de narcotráfico y demás, donde los adolescentes, sobre todo,empiezan a ocupar un lugar. Logran satisfacer un montón de necesidades ahí. Logran satisfacer necesidades económicas, de seguridad en el barrio, de reconocimiento, de pertenencia, de protección. Nosotros siempre decimos que hay una acción y una omisión del Estado. Una acción, porque pena a ese adulto por haber cometido un delito y nosotros no cuestionamos eso. Pero sí hay una omisión del Estado de no dar respuesta a lo que pasa con los hijos e hijas de esas personas que son condenadas.
Nausícaa: Le pregunté a Lía sobre ese aumento en el número de personas presas en Uruguay del que les hemos hablado en este episodio. Me dijo que ha sido sistemático en los últimos 15, 20 años. Y que las políticas que han implementado los gobiernos ponen a la cárcel como la respuesta principal para los problemas de seguridad.
Lía: Eso lleva como consecuencia el hacinamiento que tenemos, la sobrepoblación que tenemos en las cárceles, un aumento desmedido de mujeres privadas de libertad en este último periodo. Donde se condena fundamentalmente a mujeres vinculadas al microtráfico. Entonces, yo creo que el aumento tiene que ver fundamentalmente con eso, con una decisión de que las medidas que se implementan para las cuestiones de seguridad ha sido la cárcel como exclusiva medida y no como una última alternativa. Y ojo, cuando pensamos en las alternativas, porque nosotros no podemos generar como alternativa una prisión domiciliaria si hay una mamá que tiene a cargo tres, cuatro hijos y tiene que cumplir su sentencia dentro del hogar con una tobillera sin poder salir, porque ¿quién provee económicamente a esa familia, quien lleva a esos niños a la escuela, a los controles de salud?
Nausícaa: Para Lía, deben tomarse medidas integrales, articuladas entre los distintos actores.
Lía: Para que efectivamente la alternativa a la cárcel sea real, sino como nos han dicho muchas mujeres, preferimos estar adentro porque adentro yo resuelvo vivienda, comida, atención en salud. Entonces no hay que romantizar el concepto de medidas alternativas, sino que hay que ponerle un pienso y una voluntad política para poder generar las articulaciones pertinentes.
Nausícaa: En Uruguay, en 2017 varios organismos del Estado acordaron una serie de pautas para actuar en estas situaciones. La idea es proteger a los niños, por ejemplo, en el momento en que detienen a sus padres, durante las visitas, o si viven con su madre en la cárcel.
Lía: Se elaboró un protocolo, se firmó por todos los ministerios, pero no se cumple. Entonces, yo creo que hay que elaborar protocolos que de algún modo den y generen condiciones. Pero como sabemos, que a veces eso depende de las instituciones y eso no siempre se cumple, yo creo que hay un trabajo mucho más, más sutil, más cotidiano, más del día a día que podemos hacer todos quienes de algún modo entramos en contacto con estos niños y niñas. Desde quienes trabajamos en las comunidades como quienes también están en los centros penitenciarios y también de algún modo están en contacto con esos niños y niñas, funcionarios penitenciarios, policías, personal que no tiene idea de cómo trabajar o cómo abordar a un niño o a una niña. Yo creo que ahí hay algo que podemos hacer para que la situación de la cárcel de por sí va a ser dolorosa para ese niño o niña, lo que podemos hacer desde los diferentes lugares que nos toca estar es generar condiciones para que ese dolor sea un poco más llevadero.
Nausícaa: Para María ese dolor tiene que ver directamente con sus hijos.
Es de tarde, estoy en Salto con María. Estamos sentadas enfrente a la cárcel. Le pregunto qué le aconsejaría a otra mujer que esté en la misma situación que ella hace cuatro años.
Nausícaa: ¿Qué le aconsejarías a una persona, a una mujer que está en tu situación, que estuviera en la misma situación que vos hace cuatro años? ¿Qué le dirías?
María: Ay,que deje nomás porque no sé, yo aprendí, yo aprendí acá en la cárcel que todo lo que necesité y todo lo o lo que usé, todo lo perdí y lo peor era estar sin mis hijas. Lo peor era estar sin mis hijas, porque todo lo que me perdí. No hay de lo que yo les hubiese dado de comer. No, no, no, no, no, me vuelvo para atrás, paso necesidades y no, no pierdo los años con ellas.
Nausícaa: María salió de la cárcel a fines de 2023. No ha conseguido trabajo todavía.
Nausícaa Palomeque: Este episodio fue reportado y producido por mí, Nausícaa Palomeque. Lo editaron Silvia y Eliezer. Bruno Scelza hizo la verificación de datos. El diseño de sonido y la música son de Elías González.
El resto del equipo de El hilo incluye a Daniela Cruzat, Mariana Zúñiga, Analía Llorente, Samantha Proaño, Desirée Yepez, Paola Alean, Juan David Naranjo Navarro, Elsa Liliana Ulloa y Natalia Ramírez. Daniel Alarcón es nuestro director editorial. Carolina Guerrero es la CEO de Radio Ambulante Studios. Nuestro tema musical lo compuso Pauchi Sasaki.
Queremos agradecer a Soledad González, Ana Vigna, y a Juan Miguel Petit, por su ayuda en este episodio.
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