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Brasil es el tercer país con más mujeres encarceladas en el mundo; más de la mitad están presas por causas de tráfico de drogas, en su mayoría microtráfico. Entre ellas, mujeres bolivianas que suelen ser el único sostén de su familia, con deudas, sin antecedentes, a las que les ofrecen una salida económica y terminan presas en un país donde no conocen el idioma y pierden todo contacto con sus familias. Así es el caso de Gabriela, que fue detenida en Sao Paulo después de cruzar la frontera con una maleta con cocaína, y el de otras mulas desaparecidas de la droga, una historia que investigaron las periodistas Yasna Mussa y Soledad Dominguez sobre el eslabón más débil del narcotráfico entre Bolivia y Brasil.
Créditos:
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Producción
Nausícaa Palomeque -
Edición
Silvia Viñas, Eliezer Budasoff -
Verificación de datos
Bruno Scelza -
Diseño de sonido y mezcla
Elías González -
Música
Elías González -
Tema musical
Pauchi Sasaki -
Fotografía
Yasna Mussa
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Transcripciones:
Transcripción:
Gabriela: Mira, esta es mi historia. Yo siempre he trabajado de cocinera en un restaurante. Sí. Y de ahí me llamaron y me entregaron una maleta.
Soledad Dominguez: ¿Te llamaron anónimamente?
Gabriela: Sí. Sí. Una persona me llamó y me dijo que si yo podía traer la maleta aquí para entregar. Y me dijo que me iba a pagar 500 dólares. Y por ese motivo yo vine.
Eliezer Budasoff: Ella es Gabriela. Ese no es su nombre, pero la vamos a llamar así porque prefiere no usar su nombre real. Tiene 38 años, dos hijos y es viuda.
Yasna Mussa: Es una mujer boliviana que salió de su casa con la misión de poder ganar un dinero extra desde Bolivia camino a Brasil, y en ese trayecto fue detenida por la policía porque trasladaba junto con ella un paquete con cocaína.
Silvia Viñas: La periodista Yasna Mussa, a quien acaban de escuchar, y su colega Soledad Dominguez, investigaron la situación de varias mujeres bolivianas presas en Brasil por tráfico de drogas, como Gabriela.
Eliezer: ¿Cómo fue que la conocieron?
Yasna: La conocimos en la cárcel de Sao Paulo, en el penal Santa’Anna, que está en Sao Paulo. Ahí realizamos una entrevista con ella.
Soledad: Ella era cocinera en Cochabamba y quería independizarse. Ella quería montar su propio mini restaurant y no quería más depender de otras personas, con lo cual, marcada un poco por ese deseo de independencia y por la baja paga que recibía por cocinar, se embarcó en esta aventura, en esta lastimosa aventura que terminó con con el sueño de ella en la cárcel de San Pablo.
Silvia: Soledad y Yasna nos contaron que el plan de Gabriela, como el de la mayoría de las mujeres en su misma situación, era llevar esa maleta a Brasil, cobrar y regresar a su casa.
Eliezer: Cuando Gabriela se despidió de su familia en Cochabamba, no les dijo lo que realmente iba a hacer.
Yasna: Cuando la policía la detiene y se va detenida a la cárcel de, de Santa’Anna, significó para ella el fin de todo, ¿no? De no saber más de los suyos, de que su familia tampoco tuviera noticias de ella. Y a partir de entonces comienza una vida que jamás imaginó en la cárcel, completamente desconectada, además, en un país en el que no habla, no domina el idioma. Y en donde todo es incertidumbre porque ella no tenía antecedentes previos, era primera vez que hacía algo así.
Gabriela: No he podido comunicarme con mis hijos. No, no he podido hasta ahora. Con nadie.
Soledad: ¿Con quiénes están ellos?
Gabriela: Con su abuela, con mi madre. Y no, no he podido hablar con nadie. Es ahorita como si estuviera desaparecida para ellos.
Eliezer: Bienvenidos a El hilo, un podcast de Radio Ambulante Estudios. Soy Eliezer Budasoff.
Silvia: Y yo soy Silvia Viñas.
El caso de Gabriela no es aislado. El tráfico de drogas representa más de la mitad de los crímenes por los que cumplen penas las mujeres en Brasil. Y la mayoría están presas por casos de microtráfico, o sea, a pequeña escala. Esto, en el tercer país con más mujeres encarceladas… en el mundo.
Eliezer: Hoy, la historia de las mulas desaparecidas de la droga: el eslabón más débil de un negocio que ofrece una salida económica a mujeres que no tienen casi nada, y a veces lo pierden todo.
Es 20 de octubre de 2023.
Eliezer: Yasna, Soledad, ¿por qué decidieron visitar estas cárceles? ¿Qué querían entender o averiguar?
Yasna: Sí, lo que queríamos entender era cómo funcionaba primero el sistema punitivo, ¿no? Cómo funcionaba el tema de las drogas, de esta famosa o mal llamada guerra contra las drogas, de la que tanto se habla especialmente en Latinoamérica. Y entender sobre todo también lo que pasaba en esta dinámica de frontera, qué pasa con estas mujeres que son el eslabón quizás más débil, más frágil de una cadena. Y en donde la mayoría de ellas asume este riesgo porque realmente no tienen otras posibilidades.
Silvia: Soledad y Yasna hablaron con cinco mujeres y visitaron dos cárceles: la de Sao Paulo en la que entrevistaron a Gabriela, y otra en Corumbá, que está en el oeste de Brasil.
Soledad: Corumbá que limita con Puerto Quijarro en Bolivia queda en el estado de Mato Grosso do Sul y el estado de Mato Grosso do Sul en Brasil tiene una frontera binacional por donde más circula droga con el Paraguay, marihuana, y con Bolivia cocaína.
Yasna: La prisión de Corumbá es bastante pequeña, está dentro de la ciudad, pero en un rincón, digamos, de la ciudad. Por fuera parece un sitio bastante tranquilo. No se ve como otras cárceles en Latinoamérica o como la idea que solemos tener de lugares ultra protegidos, con mucha seguridad, como un ambiente digamos, en donde la violencia a veces se percibe desde afuera. Aquí era más bien un lugar vigilado pero bastante tranquilo, en donde había apenas algunas personas afuera esperando visitar el lado de la penitenciaría masculina. En el lado de la femenina no había nadie. Creo que eso fue lo primero que a mí en lo personal me llamó la atención. Luego dentro la verdad es que realmente al ser tan pequeña había un ambiente mucho más tranquilo,,en donde nos pareció que todo el mundo tenía la intención de colaborar de la mejor manera para que hubiera un ambiente de calma y de entendimiento.
Eliezer: Y decidieron también visitar la cárcel de Sao Paulo porque es el estado con el mayor número de presos en el país. Ahí el escenario era muy distinto. Es una cárcel mucho más grande, con más de 1.700 mujeres privadas de libertad.
Soledad: Y es raro entrar a la prisión allá, porque cuando entrábamos había como hileras como boscosas de palmeras, ¿no? Estas palmeras señoriales imperiales que a veces se ven en algunos edificios brasileños. Y el shock es muy grande cuando entrás para registrarte a la penitenciaría.
Eliezer: Porque Soledad dice que es un edificio histórico, pero luego entras a hacer el protocolo de seguridad y de golpe se siente la tensión de una prisión.
Yasna: Ahí el trato ya no era tan cercano. Entre el personal y las mujeres había una cosa mucho más tosca, mucho más agresiva, si lo podemos decir así, entre quienes eran parte del personal de la penitenciaría y las mujeres privadas de libertad.
Silvia: Cuando entrevistaron a Gabriela y a otra mujer boliviana en esta cárcel, estaba una funcionaria responsable de la seguridad y dos encargados de prensa… que observaban todo.
Soledad: Nos estaban custodiando la entrevista de alguna manera. Cuando pasamos por una ventana, vimos lo que eran las pequeñas celdas, la parte externa de las celdas y esa imagen es muy fuerte, ¿no? porque es un cuadro de, de pequeños rectángulos con ropas colgadas, lo que habla también mucho del cuidado femenino con la higiene, con la limpieza. Y de repente, a nuestras espaldas estábamos sentadas como en un salón que parecía señorial haciendo la entrevista. Eso fue un poco agresivo. Un poco fuerte, la verdad.
Silvia: Yasna y Soledad encontraron algunos elementos en común en las historias de las 5 mujeres que entrevistaron. Lo primero es que para la mayoría, excepto una de ellas, era la primera vez que hacían algo así… como llevar una maleta con droga.
Yasna: Nunca se habían visto involucradas en nada ilegal. Nunca habían estado detenidas. Nunca, hasta el momento decían que era primera vez que lo habían intentado, que habían intentado llevar esta maleta con cocaína. Y en el caso de todas ellas, la respuesta siempre era la misma, ¿no? Estoy muy endeudada, Necesito sacar a mi familia adelante. Si no lo hago yo, no lo hace nadie. Mi familia solo depende de mí.
Silvia: Todas las mujeres que entrevistaron estaban a cargo de sus familias. Eran viudas o madres solteras, tenían deudas o familiares con problemas de salud.
Yasna: En todos los casos ellas siempre eran las responsables por el sostén familiar.
Eliezer: ¿Qué dificultades encontraron que enfrentan estas mujeres en la prisión?
Soledad: La mayor dificultad que también hila a todas estas historias es la falta de comunicación que ellas tienen con sus familiares.
Silvia: Soledad nos explicó que cuando las detienen, les quitan sus pertenencias, y claro, los celulares. Todo queda en manos de la policía. Es un tema de protocolo para la investigación.
Soledad: Entonces ellas quedan totalmente incomunicadas desde dentro de la prisión para poder conectarse con sus familiares.
Eliezer: Pero la policía tiene la obligación de contactar a un familiar para avisar dónde va a estar la persona detenida. Aunque no siempre sucede.
Soledad: Si bien es parte del protocolo formal, eso no suele pasar. Entonces la mayoría de ellas estaban muy preocupadas por no poder avisarle a sus hijos qué les había pasado en el camino. Y cuando intentaban comunicarse era porque algunas presas brasileñas por casualidad tenían alguna amiga que hablaba español, le podían facilitar el teléfono y esa persona intentaba comunicarse de alguna manera con los familiares.
Yasna: Casi ninguna recordaba el número de alguien. O sea, en estos tiempos en donde todo además es tan volátil, donde cambiamos recurrentemente de teléfono o de redes sociales, para ellas era muy difícil poder recordar de memoria el número de algún familiar o de alguien con quien contactarse, entonces eso dificultaba aún más.
Silvia: Además, Yasna nos contó que si bien en las cárceles hay teléfonos para que las personas cada cierto tiempo puedan comunicarse, solo pueden hacer llamadas dentro de Brasil.
Yasna: Entonces no tienen cómo llamar a su familia en Bolivia y eso, por supuesto, es un obstáculo muy grande para la mayoría de ellas, que no tienen otra red de contactos dentro de Brasil.
Eliezer: Otro problema que enfrentan estas mujeres encarceladas es el idioma. Son bolivianas en una cárcel brasileña. Ninguna habla portugués.
Yasna: Las que llevan más tiempo, las que llevan digamos más de seis meses comienzan a comprender, empiezan a hablar portuñol. Quizá en Corumbá hay un poquito más de facilidad porque el contacto que tienen es mucho más cercano también con la brasileñas y por encontrarse en una ciudad fronteriza, circula gente que habla español o que con quien se pueden comunicar, pero en Sao Paulo eso se se ve aún más difícil y muchas de ellas también tienen otra barrera, que es que algunas son analfabetas o tienen muy poco… han tenido muy poco acceso a la educación formal y por lo tanto, tienen pocas, pocas herramientas para comunicarse, para informarse, para saber cuáles son sus derechos, para saber cuáles son los pasos a seguir. Entonces hay como una doble barrera ¿no? Primero la barrera del idioma y luego la barrera de la información.
Silvia: Yasna y Soledad publicaron un reportaje en El País sobre esta investigación que se llama ‘Las mulas desaparecidas de la droga’. Y el nombre viene justamente de lo que les dijo Gabriela y que escuchamos al comienzo. Que ella estaba desaparecida para su familia porque no lograba comunicarse con nadie para explicar dónde estaba.
Soledad: Entonces la desaparición es la desaparición y en esto va mucho de la cuestión de las mujeres ¿no? De a los que yo protejo que sepan dónde estoy y con una culpabilidad también muy grande, ¿no? en la narrativa de ellas de, en el fondo, sentir que habían abandonado, ¿no?, a los hijos, sintiéndose muy culpables. Eso nos llamó mucho la atención. Muy fuerte eso.
Yasna: Era algo que al menos ninguna de las dos había leído antes en otro reportaje sobre el tema, ¿no? De todas las dimensiones que, que puede abarcar el tema de las drogas y del narcotráfico, no habíamos hablado de las mujeres que están vivas, pero que nadie sabe dónde están ni cómo desaparecieron. Y junto con lo que dijo Gabriela, lo que señala Soledad sobre que ella hace en este momento estaba desaparecida. Luego otra entrevistada nos dijo algo similar, pero además ella nos dice que se involucra en esto de llevar cocaína para poder ganar un dinero extra porque está muy mal de dinero. Se está haciendo cargo sola de de sus tres nietos y cuando le preguntamos por qué se hacía cargo de los nietos, nos dice que su hija se fue hace un tiempo a Chile. Y que es muy raro porque la hija salió, le dijo que iba por trabajo y que volvía y nunca más volvió. No sabe nada de la hija hasta ahora. Cree que está muerta, pero no tiene tampoco ninguna pista. No sabe por dónde buscar. Sus redes sociales nunca más se activaron. Nunca se pudo contactar a un teléfono. Entonces le preguntamos, “¿Pero no será que también quizás tu hija se involucró en algo similar?”. Y ella en ese momento no lo había pensado, como que se quedó, se quedó pensando que era una posibilidad porque ahora ella misma estaba en esa situación. Entonces esa escena fue muy fuerte.
Eliezer: Como les contamos al principio, Brasil tiene una estadística altísima de mujeres presas por tráfico de drogas. Es un sistema punitivo que tiende a castigar al microtráfico.
Silvia: Y en general, las personas que caen presas por tráfico de drogas suelen ser las mujeres pobres, las personas negras, los pequeños traficantes… En Brasil, la pena mínima es de 5 años y puede llegar a 15 según los agravantes. Y como no hay una regla que especifique una pena en función de la cantidad de droga traficada, cada caso se analiza de manera individual.
Yasna: No son delincuentes, no son de repente la imagen de la persona que está metida vendiendo en el negocio del narcotráfico y conoce los códigos, conoce la manera de pasar desapercibido. Son mujeres que no tienen experiencia, que no manejan los códigos, que muchas veces nunca han viajado fuera de su país. Entonces terminan delatándose porque dijeron algo mal, porque dudaron, porque se veían nerviosas.
Eliezer: Además, hay un estigma que influye en la detención de cierto tipo de mujeres: las que son pobres, las que tienen rasgos indígenas.
Yasna: La policía ve pasar a miles y miles de automóviles. La frontera entre Corumbá y Puerto Quijarro en Bolivia está a siete kilómetros, está muy cerca. No hay ahí ningún tipo de control. La gente pasa de un lado a otro. Ni siquiera te timbran el pasaporte. Puedes ir y venir. Y en eso la policía está observando y pasa un montón de gente y casi siempre detienen a mujeres solas con rasgos indígenas que tienen algún tipo de equipaje pequeño con ellas. Y eso es a partir de un prejuicio y de un estigma.
Silvia: Después de la pausa volvemos a la historia de Gabriela, y qué nos dice su caso sobre las condiciones que convierten a mujeres como ella en un eslabón del narcotráfico. Ya volvemos.
Daniel Alarcón: Hola, soy Daniel Alarcón. Un newsletter, o boletín, es una gran herramienta que nos permite descubrir contenidos curados por personas expertas. El boletín de El hilo es exactamente eso: una oportunidad para profundizar en la información de cada episodio y descubrir trabajos periodísticos de calidad. Y si aún no eres parte de esta comunidad, nos gustaría darte la bienvenida a nuestro boletín. Regístrate en el hilo (punto) audio (slash) boletín para recibirlo cada viernes. De nuevo: el hilo (punto) audio (slash) boletín. ¡Gracias de antemano!
Eliezer: Estamos de vuelta en El hilo.
Silvia: La penitenciaría femenina Santa’Anna, donde Yasna y Soledad entrevistaron a Gabriela, queda en el barrio de Carandirú, en Sao Paulo.
Soledad: Y lo que sí tuvimos que hacer es una suerte de articulación con la asesoría de prensa del establecimiento penitenciario. Uno de los ayudantes del equipo de comunicación nos esperó en la puerta. O sea, muchísima rigurosidad, no en el traslado, pero sí en la recepción al edificio.
Eliezer: Y como mencionamos antes, hicieron la entrevista frente a tres funcionarios de la cárcel.
Yasna: Era un salón, me imagino que lo deben usar para recibir invitados, pero era enorme, ¿no? Nos sentíamos ahí muy pequeñitas, en una mesa gigante también que era muy frío, muy tenso. Mientras hablábamos con una, la otra esperaba con las manos en la espalda, mirando hacia el muro, con la vista gacha. Entonces era muy fuerte esa, ese nivel, esa sensación y esa postura física también de sumisión… Y también las distancias se notaban en esta mesa, ¿no? No podíamos olvidar que estábamos en una cárcel, se notaba todo el tiempo que lo estábamos.
Eliezer: ¿Y cómo fue ese encuentro? O sea, ¿Gabriela estaba nerviosa, tenía ganas de hablar?
Soledad: Sí, todas tenían ganas de hablar. Todas tenían ganas de hablar y todas agradecían que pudieran hablar en español. Era como… Gracias por dejarme compartir con ustedes mi historia. Al nosotras empezar a hablar en español se generó una intimidad de la cual quienes estaban alrededor un poco quedaban afuera.
Yasna: El hecho de hablar en español creo que era sentirse acompañadas en ese momento, pero también poder llorar, ¿no? Obviamente todas ellas se emocionaron al momento de contarnos sus historias, y al principio estaban muy nerviosas porque parecía que era la primera vez que podían contar todo sin ser tan interrumpidas o juzgadas.
Eliezer: ¿Podrían contarnos un poco más de Gabriela, de cómo era su vida antes de estar presa?
Yasna: Sí. Gabriela, es madre sola, de dos hijos. Tiene un hijo de 15 y otro de 20 años. Ella trabajaba en un restaurante de un tío.
Gabriela: De mi tío… Su mujer era cocinera y tenían un restaurante. Y siempre me llevaban y yo les ayudaba. Ahí aprendí a cocinar. No estudié para cocinar, pero sólo aprendí de ahí. Y me sale bien la comida.
Yasna: Trabajaba por no más de 100 dólares al mes y con eso trataba de llevar adelante, sacar adelante a su familia. Entonces una de las cosas que la ilusionaba era poder juntar un dinero extra y poder tener un negocio propio.
Gabriela: Un restaurante pequeño y trabajar para mí. Ya no quiero trabajar para la gente porque te pagan bien poquito, bien poquito se gana y te matas trabajando. No, es lo que quiero hacer yo.
Yasna: Poder cocinar las cosas que tanto le gustaban, ¿no? La comida típica de Bolivia. Poder… Varias veces destacó que quería trabajar para ella misma, no para alguien más. Y algo que tenía también en común con otras mujeres con las que hablamos es que estaba endeudada y creo que eso es algo, un factor común que se repite mucho, y es que todas tenían deudas con el banco.
Gabriela: Me saqué un préstamo. No mucho, pero el banco… pues con el banco no se juega. Tienes que ser cumplida. Tienes que pagar sí o sí. Si no, hay problemas, que no puedes volver a sacar más un préstamo.
Yasna: Préstamos por distintas razones, pero que al parecer luego recibían demasiada presión de parte del banco, al punto de caer en la desesperación y aceptar cualquier tipo de trabajo, incluyendo esto de transportar drogas.
Gabriela: Me dijeron que era peligroso, pero como yo estaba necesitando, lo acepté. Sin pensarlo dos veces lo acepté.
Soledad: Algo que todas nos dijeron es que, más allá de Gabriela, es que eran conscientes de lo que estaban haciendo. Y que lo hacían a conciencia y por una necesidad imperial para resolver estos temas económicos y familiares que cada una de ellas tenía.
Yasna: Y en el caso de Gabriela en especial ella tenía una amiga que es quien la pone en contacto con la persona que le va a entregar este paquete, y creo que eso es algo común también que tiene con otras mujeres, que había alguien de su confianza, una vecina, una amiga, un familiar que le dice yo ya lo hice o tal persona ya lo hizo. Funcionó todo bien, está todo controlado, tú solo tienes que llevar esto llegando ya alguien te recibe, te pasa el dinero y te regresas. Y eso le generaba mucha confianza o al menos la confianza suficiente como para intentarlo, diciendo esto ya funcionó una vez ¿por qué no va a funcionar ahora? Y luego la historia. Bueno, cambió completamente.
Soledad: Ella viajó sola desde Cochabamba y por tierra.
Gabriela: Venía en ómnibus porque ellos ya me lo compraron, pasajito y todo.
Yasna: ¿Qué te dijeron, que iba a haber alguien esperándote aquí?
Gabriela: Sí, aquí. Aquí. Tenían que esperarme, pero.
Yasna: ¿Tú no sabías cómo se llama esa persona?
Gabriela: No, no sabía. Ni siquiera lo conocía.
Yasna: ¿Te iba a esperar por una foto tuya?
Gabriela: Sí, Sí.
Soledad: Y justamente es, bueno, al momento de pasar la frontera que ella logró hacerlo, sin que la revisaran y que encontraran nada, nada extraño. Eso se complicó justamente al ir de Corumbá por todo el estado de Mato Grosso do Sul, pasar por Miranda, Campo Grande que es la capital del estado hasta llegar a San Pablo, que es el último tramo, justamente el último tramo, el último respiro que es donde a ella como a otra de las mujeres que entrevistamos, las tomaron.
Gabriela: Cuando yo bajé del bus y empezaron a revisarme a mí también y me revisaron mis, me pidieron mis documentos y ya me agarraron ahí, pero no me enmanillaron ni nada. Nos invitaron agüita y todo lo demás y luego nos llevaron y nos quitaron todo.
Yasna: ¿Y hasta ese minuto tu entendías lo que estaba pasando?
Gabriela: Sí, sí, sospechaba, porque ellos se pusieron a revisar toda la maleta y estaban las cosas en la maleta.
Yasna: ¿Pero estaban dentro puesto, estaban escondidas?
Gabriela: Estaba todo camuflado porque habían sabido preparar ellos, porque yo ni siquiera lo miré. Nada. Sí, y así todo camuflado estaba.
Eliezer: En general tenemos la idea de que la persona que lleva droga, digamos de un país a otro, la lleva en el cuerpo. Pero Gabriela viajó llevando una maleta. ¿Fue una excepción o en otros casos se dio de la misma manera?
Yasna: No, las cinco mujeres que entrevistamos nosotras llevaban la droga en maletas. La mayoría de los casos que al menos pudimos reportar en la frontera y en Sao Paulo era el mismo sistema, ¿no? De llevarlo en una maleta, casi siempre en medio de la ropa. A veces también sacan una de las capas de la maleta y entre medio de eso ponen la droga.
Silvia: Yasna nos explicó que el recorrido que hacen estas mujeres coincide con un flujo de personas que trabajan en fábricas textiles y suelen transportar telas a Sao Paulo.
Yasna: Quizás muchos de esos viajes son ciertos y la gente realmente traslada materiales de costura. Pero luego cuando hacen estos recorridos, digamos, las mulas, hacen exactamente lo mismo y introducen la droga y la esconden.
Eliezer: Soledad nos contó que posiblemente esta manera de llevar droga en maletas tiene que ver con el tipo de viaje que realizan, por tierra. En los aeropuertos, la situación es otra.
Soledad: Al haber ya una conexión internacional y embarcar en aeropuertos ahí sí me parece que el tema de los cuerpos ¿no? juega más, pero en fronteras como entre Bolivia y Brasil en que no hay un control riguroso en esos puestos fronterizos se sigue haciendo como tradicionalmente se hacía, ¿no? por transporte terrestre no y con maletas aparte son pequeñas cantidades, entonces eso creo que también puede ser un punto.
Eliezer: ¿Cómo fueron sus primeros días en la cárcel después de que la detuvieran?
Yasna: Bueno, los primeros días ella nos contó que estaba muy desesperada, ¿no?
Gabriela: Me tocó con una brasilera. Y no, no hablábamos nada, no hablábamos. No le entendía nada. Ni ella a mí.
Yasna: Lo primero era tratar de contactarse con su familia y no entendía cómo podía informarle a su familia o a alguien cercano para poder comunicarles lo que le había pasado. Con esta contradicción de, por un lado, querer dar señales y por otra tampoco querer decir porque le daba mucha vergüenza, ¿no? Tener que dar explicaciones y contar cómo llegó a eso. Y su relato era de, de sentir bastante soledad.
Gabriela: Hay muchas bolivianas. Sí, hay muchas. Y sí, tengo, bueno, poquito hablamos. No mucho tampoco. No es bueno tener amistades ahí, así de cerca.
Yasna: Ninguna mujer privada de libertad confía mucho en otra que está en su misma situación. Todas nos repetían de que preferían no hacer amigas, que no se podía confiar en nadie ahí adentro.
Gabriela: Sí, porque algunas son problemáticas. Hay que tener mucho cuidado de eso.
Soledad: En un momento que le preguntamos a Gabriela. ¿Qué es lo que más necesitas acá adentro? ¿Qué es lo que te falta? Y nos dijo “Lo que más tengo es frío. Y la comida, que siempre es la misma”.
Gabriela: Bueno, de todo. No tenemos nada ni para el aseo. No hay nada. ¿Quién nos va a dar? Nadie. Nos las tenemos que ingeniarnos de cualquier forma.
Silvia: Además de las condiciones de esta cárcel en Sao Paulo: a las peleas, el frío, la mala alimentación, las dificultades para comunicarse en portugués, se suma la incertidumbre de sus casos en la justicia.
Soledad: Porque ellas no pueden contratar abogados de forma particular. Entonces, desde el momento en que la policía las traslada al establecimiento penitenciario, están en prisión preventiva. Están esperando alguna sentencia. Y en primer lugar, que un defensor público, que tiene a su cargo a su vez muchísimas otras personas en la misma situación, se acerque a ellas y entienda el caso individualmente y se haga presente en la audiencia pública con el juez para defender su parte. con lo cual la incertidumbre de ellas es estoy acá. ¿Pero por cuánto tiempo? ¿Y cómo voy a salir? ¿A quién más puedo recurrir?
Eliezer: Cuando ustedes le explicaron a Gabriela finalmente por qué estaban ahí, por qué querían hablar con ella, ¿ella les contó o les explicó por qué les dio una entrevista?
Yasna: Sí. Nos dijo que no quería que otras mujeres cometieran el mismo error que ella.
Gabriela: No me gustaría que vengan otras personas. No se lo deseo a nadie. Porque es muy triste estar aquí y muy difícil.
Yasna: Quería que su historia sirviera para algo, ¿no? para advertir que se pasa muy mal en la cárcel y que ni todo el dinero del mundo lo vale.
Eliezer: Después de visitar las cárceles, de hacer este reportaje, ¿qué reflexión les queda sobre la situación de estas mujeres presas por tráfico? O sea, ¿qué nos dicen estos casos sobre las políticas públicas en materia de drogas?
Soledad: Queda claro que esta forma sistemática de poner a mujeres del último eslabón, ¿no? del circuito de distribución de drogas en las cárceles no resuelve el problema. Creo que el empuje, la visibilidad pública, interpelar a las autoridades puede generar con que esto vaya tomando más visibilidad y pueda transformarse en una herramienta para luchar en la justicia y para que de alguna manera se camine hacia otro tipo de políticas de seguridad con relación a las drogas.
Yasna: Una de las cosas que a mí me llamó la atención era cómo aquí se veía también reflejado la desigualdad de género, por ejemplo, el mismo tema de los cuidados, ¿no? Cuando llegamos por primera vez a la cárcel de Corumbá, fuera de la cárcel de la penitenciaría masculina había unas cuantas mujeres esperando pese a que no era día de visita. Yo me acerqué a hablar con con esas mujeres y le pregunté por qué estaban ahí. Y estaban tratando de hacer llegar a su ser querido un plato de comida, un kit de higiene, una carta, algún gesto, digamos, de decir “No estás solo ahí adentro”. En la cárcel de mujeres no había nadie, y la verdad es que a las mujeres no las visitan mucho. Las que son casadas, las que tienen una pareja, un esposo, alguien, un amante, la verdad es que se olvida de ellas, no las va a visitar. Muchas veces ni siquiera las llaman y cuando alguien las visita es otra mujer, una madre, una hermana, una hija. Y creo que ver esa desigualdad y cómo eso se profundizaba, fue algo que nos marcó mucho.
Nausícaa Palomeque: Este episodio fue producido por mí. Lo editaron Silvia y Eliezer. Bruno Scelza hizo la verificación de datos. La mezcla, el diseño de sonido y la música son de Elías González.
El resto del equipo de El hilo incluye a Daniela Cruzat, Mariana Zúñiga, Analía Llorente, Samantha Proaño, Paola Alean, Juan David Naranjo Navarro, Elsa Liliana Ulloa, Natalia Ramírez y Desirée Yépez. Daniel Alarcón es nuestro director editorial. Carolina Guerrero es la CEO de Radio Ambulante Estudios. Nuestro tema musical lo compuso Pauchi Sasaki.
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