Diego Bautista: “En Colombia, el diálogo político es importante, pero no es suficiente”
Por: Desirée Yépez
Periodista y verificadora de datos
A más de una semana del inicio del paro nacional en Colombia, que ya suma más de 20 muertos y decenas de desaparecidos, el concepto “diálogo” se vuelve necesario: urgente. ¿Cómo reunir en una misma mesa a un país visiblemente golpeado y dividido? ¿Es viable, luego de las escenas de horror que han conmocionado al mundo? El hilo conversó con el colombiano Diego Bautista, fundador de la plataforma Diálogos Improbables, y ex asesor de la Oficina del Alto Comisionado para la Paz en la Presidencia de la República. Sus reflexiones apuntan a que hay salida para la crisis, pero las autoridades no pueden mantenerse sordas ante el grito colectivo que retumba en las calles.
El presidente Duque ha mencionado la posibilidad de acercarse a otros líderes como Juan Manuel Santos o Gustavo Petro; sin embargo, lo que se ha visto en esta crisis es la ausencia de un liderazgo político como tal. ¿Qué incidencia podrían tener esos acercamientos?
Ojalá sucedan. El diálogo político es importante, pero no es suficiente. Es necesario ampliar ese diálogo a los actores sociales, a los líderes de las movilizaciones que tampoco se reducen exclusivamente al Comité del Paro; pero creo que lo importante es reconocer el derecho a la protesta y entender que hay razones muy válidas para protestar y eso es algo que el gobierno no ha hecho hasta el momento. Esos son pronunciamientos que, de alguna manera, pueden calmar los ánimos. La protesta hay que entenderla. Es raro que le quepa a alguien en la cabeza que no hay razones para protestar.
En una situación como la pandemia, con todas las consecuencias que ha tenido en términos de empleo, de pobreza, de hambre, de oportunidades, razones para protestar hay muchas; y hay que empezar cualquier conversación con ese reconocimiento. También hay que condenar el oportunismo político, el oportunismo de ciertos grupos que está en distintas dimensiones. Una es la puramente delincuencial, hay delincuencia que se aprovecha de estas protestas para actuar. También hay un oportunismo de los grupos ilegales, de las disidencias, pero no en una proporción tan extraordinaria como se está señalando.
El tema es cómo el presidente le propone a todos los colombianos que salgamos de esto de manera conjunta, cómo abrimos una conversación, pero eso tiene que hacerse con humildad, con sinceridad, con honestidad. Lo difícil de abordarlo ahorita es que de alguna manera eso se ha desprestigiado. Cuando él (Duque) convoca a un diálogo, la gente inmediatamente dice ‘vamos otra vez a más de lo mismo aquí no va a pasar nada’. Entonces puede ser importante que el Presidente ofrezca esclarecer los hechos, que llame a la comunidad internacional, establezca una comisión que diga vamos a esclarecer estos hechos, qué pasó, dónde se le fue la mano a la fuerza pública.
Hoy la protesta superó la causa que la elevó, que fue la reforma tributaria. Hoy estamos en otro escenario. Además de temas como la reforma a la salud, el empleo, están los sucesos que los últimos días han significado muerte, violencia. Ese es el camino que creo que es posible para una salida.
Ahora que mencionas la salida, desde el gobierno se ha deslegitimado la movilización social, la protesta. ¿Cómo se viabiliza en términos prácticos esa salida o solución?
La situación es tan compleja que creo que hay un escenario relativamente fácil de proceder. Aquí todos estamos preocupados por lo que está pasando, a nadie le conviene hacia donde se está yendo esto. Entonces creo que tanto los liderazgos políticos como sociales hoy estarían dispuestos a aceptar la convocatoria, pero esa convocatoria tiene que ser y tiene que parecer una convocatoria real, que incorpore una conversación de los distintos intereses y derechos que hoy se están enfrentando en la calle y en la política.Tiene que ofrecerse garantías. Pero tiene que ser con método, el diálogo no es invitar y abrir una mesa; sino que tiene que haber un método, plantear los puntos de agenda, identificar quiénes son los actores. Esto no puede ser una convocatoria a un diálogo en un despacho de la Presidencia, hay que involucrar a las autoridades y a los líderes locales que a veces en este país parecen entrar de segunda mano por el nivel de centralismo que hay. No puede ser una conversación en Bogotá exclusivamente.
Hay mucha desconfianza en sentarse a conversar en este momento con el presidente. No descartaría recomendar que se apelara a la comunidad internacional para dar esas garantías y que concurra la gente.
A más de una una semana el paro con más de 20 muertos, decenas de desaparecidos y una serie de denuncias tanto del uno como del otro lado, ¿cuánto tiempo más puede esperar Colombia para que estos diálogos, estos acercamientos, el método del que hablas se desarrolle?
Yo creo que el tema es de horas. Es decir, mientras pasan las horas se vuelve mucho más compleja la situación. Ya hay elementos que indican que la situación puede empeorar porque personas de la sociedad civil se empiezan alarmar, hay barrios bloqueados en donde la gente ya no tiene provisiones o no tiene gasolina ante una ausencia del Estado entonces empiezan a hacer justicia propia, a tratar de ellos desbloquear las vías o proteger sus barrios y sus localidades. Esa es una situación muy peligrosa porque puede traer consecuencias más graves de las que tenemos en este momento. El diálogo político debe iniciar cuanto antes, pero no puede limitarse a eso, porque la representatividad de esos políticos (Santos, Petro) tampoco está al 100%.
Nadie puede adueñarse de la movilización de manera unilateral, por eso la representatividad política no es el diálogo único, hay que hacer un diálogo con otros actores y eso tiene que ser muy transparente, porque si no no va ser respetado tampoco por la movilización. Hay unos temas que son muy difíciles.
¿Cómo cuáles?
Hay gente que tiene mucha insatisfacción porque no tiene empleo, no tiene ingresos. Hay hambre. Hay cero posibilidades de salir a rebuscarse, el ‘rebusque’ en Colombia es una forma de empleo que de alguna manera mantiene estabilizada la situación. Salgo a vender lo que sea a la calle, la señora sale a prestar un servicio a una casa, un supermercado, un transporte, todo eso está parado. Parte de lo que la discusión de la reforma tributaria buscaba era eso, recoger los recursos para poder ofrecer esto de manera masiva y paliar de alguna manera los efectos del covid. Ya sabemos la historia de lo que pasó ahí, se planteó mal y se tensó la cuerda hasta que se rompió.
La protesta no cesa y el presidente Iván Duque habló de la posibilidad de instaurar el estado de conmoción para finalizar la crisis social. ¿Qué implica esa medida?
Un estado de conmoción es un esquema un poco extremo para la situación, en términos de más vulnerabilidad para quienes protestan. Es una forma un poco desesperada de abordar una situación que se salió de cualquier manejo, también por las respuestas sucesivas que el gobierno empezó a dar porque desde el comienzo dio una mala lectura de lo que pasaba. Es una medida constitucional, no hay ninguna ilegalidad en establecer un estado de conmoción, pero sí puede extremar la tensión que hay en este momento porque le da, por ejemplo, más posibilidades de acción al ejército. Le permite al gobierno central tomar decisiones por encima de las competencias de las autoridades locales, en este caso los alcaldes…
Para quien no está al tanto del detalle de lo que se vive dentro de Colombia, ¿cómo lo explicarías?
Es una situación compleja porque la protesta salió a la calle ante ante una medida equivocada del gobierno. Poner una reforma tributaria a discusión, erosionando un poco más las calidades de vida de la gente, poniendo el dedo en la herida de muchas personas, entonces la gente sale a la calle, pero detrás de eso no está exclusivamente el tema de la reforma tributaria, sino una cantidad de temas asociados a viejas historias antes de la pandemia y a nuevas historias que se han dado por la pandemia. Lo que hoy se está viviendo es una protesta que puede ser duradera porque las soluciones todavía no están y pasan por una serie de temas que tienen que resolver la vida cotidiana de la gente y eso no se está ofreciendo.
Hay unos actos violentos tremendos que recogen, por un lado, cierta parte de esa insatisfacción; pero también recogen unos oportunismos para saquear, para la delincuencia tradicional y viejas rencillas que hay con la fuerza pública que vienen de las protestas anteriores. El Gobierno se ha demorado mucho en hacer una estrategia que pueda de alguna manera ir disminuyendo esas tensiones. Es muy extraño que por ejemplo el diálogo con el Comité del Paro sea hasta el 10 de mayo y que los primeros diálogos sean políticos o institucionales. Hay una ciudadanía que parece estar de último en esa conversación. Creo que como en toda crisis, aquí hay una oportunidad gigante, si se hace de manera adecuada; pero si se hace de manera errada, podemos terminar en un estado de cosas peor del que estamos ahora.