Cambio climático en México
Erosión costera
El Bosque Tabasco
Desplazamiento climático
Reubicación
Pesca en México
Pueblo pesquero
Petróleo y pesca
Esta historia fue producida con el apoyo del Pulitzer Center y Oxfam.
El Bosque es la primera comunidad reconocida como desplazada climática en México. Durante décadas, este pueblo pesquero en el sureste mexicano vivió del mar. Era su principal fuente de sustento. Pero, desde hace unos años, la pérdida gradual de la costa y otros efectos de la crisis climática les han arrebatado sus casas y, con ello, la vida que conocían. En este episodio, acompañamos a algunos de sus habitantes mientras esperan su reubicación en un espacio más seguro e intentan adaptarse a esta nueva y compleja relación con el mar. Una mirada al futuro desde el país que ocupa el primer lugar en la lista de las naciones más vulnerables al cambio climático en América Latina.
Créditos:
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Producción
Selene Mazón y Alondra Reséndiz -
Edición
Silvia Viñas, Eliezer Budasoff, Daniel Alarcón -
Verificación de datos
Bruno Scelza -
Producción en redes sociales
Analía Llorente, Samantha Proaño -
Diseño de sonido y mezcla
Elías González -
Música
Elías González -
Tema musical
Pauchi Sasaki -
Fotografía
Getty Images / Yuri Cortez
Etiquetas:
Transcripciones:
Transcripción:
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Elías González: La historia que están a punto de escuchar fue producida con el apoyo del Pulitzer Center.
Cristina Cobos: A las autoridades del Gobierno federal, estatal, municipal, al presidente de la República.
Eliezer: Es 7 de noviembre de 2022. Una mujer con el pelo recogido habla frente a las cámaras. La acompañan tres mujeres más: están de pie, con la mirada fija, las manos en la espalda. Atrás de ellas, se ve lo que parece ser un cuarto con las paredes inclinadas, como a punto de caer. Hay tierra, ramas y escombros cubiertos por las olas del mar. Es una conferencia de prensa inusual.
Cristina: Somos la comunidad de El Bosque, un pueblo de pescadores en el estado de Tabasco. Somos gente que vive del mar. También somos unos de los primeros pueblos en México en perderlo todo ante el cambio climático.
Silvia: La mujer cuenta que, desde 2018, el avance del mar ha sepultado 20 casas y dos calles enteras. Dice que ha visto cómo sus vecinas y vecinos perdieron todo de un momento a otro. Enseguida, una de las mujeres que estaba atrás, más joven, toma la palabra:
Saraí Reyes: Hoy el cambio climático está fuera de nuestras casas, afuera de mi escuela. Está llevándose la tierra de nuestras familias y nuestra posibilidad de tener un futuro. No importa que no seamos los culpables del cambio climático, igual lo estamos pagando.
Eliezer: Desde hace cinco años, El Bosque, una localidad en el estado de Tabasco, al sureste de México, vive un fenómeno acelerado conocido como erosión costera. Es decir, el proceso gradual de desgaste y pérdida de la costa. Los factores son varios: el aumento del nivel del mar, la fuerza del oleaje y el bajo relieve del terreno.
Silvia: La exigencia de las mujeres es clara: quieren que los reubiquen inmediatamente a un espacio seguro. Y tiene que pasar antes de la llegada de la siguiente temporada de rachas de vientos intensos, conocidos como nortes, que pueden alcanzar hasta 100 km/h . Ella es otra vecina:
Celia Figuerola: Pedimos que la reubicación sea justa, a donde vayamos podamos seguir siendo lo que somos: pescadores, gente de mar, gente que sueña con construir un nuevo futuro.
Eliezer: Y, como advertencia para todos aquellos pueblos que puedan estar en circunstancias similares, remata:
Celia: En El Bosque, Tabasco, veremos cómo el gobierno mexicano le responde a todos los afectados climáticos, porque somos los primeros, pero no seremos los últimos. Gracias.
Silvia: Era la primera vez que una comunidad en México hacía un llamado de auxilio ante el riesgo inminente de desaparecer.
Eliezer: Bienvenidos a El hilo, un podcast de Radio Ambulante Estudios. Soy Eliezer Budasoff.
Silvia: Y yo soy Silvia Viñas.
Hoy, la primera comunidad reconocida como desplazada climática en México enfrenta una nueva y compleja relación con el mar.
Es 13 de diciembre de 2024.
Guadalupe Cobos: Quien no conoce el mar no conoce de la grandeza de Dios. Créemelo, me da paz para vivir, comida para comer y sueños para soñar. Claro que sí.
Eliezer: La que habla es Guadalupe Cobos, tiene 47 años, es pescadora y madre de cuatro hijos. Está en El Bosque desde hace tres décadas. Vive con su esposo y su hijo más pequeño.
Silvia: Guadalupe conoce bien los tiempos de la pesca y el clima. De diciembre a agosto, por ejemplo, abunda un pescado conocido como sierra. De noviembre a mayo, un crustáceo llamado jaiba. Y de agosto a noviembre, la pesca se pausa porque es temporada de nortes, como le dicen allí a las rachas de vientos fuertes, a veces acompañados con lluvias.
Guadalupe: A veces ni nos llegaban los norte, los anunciaban y ni pegaban, no pegaban. Y eran temporadas muy bonitas porque yo me acuerdo que a mí me gustaba porque toda la tierra se ponía dura y la podías barrer bonito. Y me gustaba a mí.
Silvia: Pero en los últimos años, los nortes se han vuelto más intensos.
Eliezer: Por eso, en noviembre de 2022, los habitantes de El Bosque organizaron la rueda de prensa que escuchamos al comienzo del episodio. Se hizo gracias al apoyo y acompañamiento de las organizaciones no gubernamentales Greenpeace, Nuestro Futuro y Conexiones Climáticas. Rápidamente la noticia se compartió en diferentes medios nacionales e internacionales. Pero, a pesar de la atención mediática que recibió el caso, el gobierno no dijo nada en ese momento. El mar siguió avanzando y en enero de 2023, arrasó con los dos salones que aún sobrevivían de la escuela.
Silvia: En febrero de 2023, el entonces presidente Andrés Manuel López Obrador abordó el tema gracias a una pregunta de un reportero durante una de sus conferencias matutinas. Allí, Obrador –quien es originario de Tabasco– le pidió a uno de sus colaboradores que atendiera el asunto de manera personal. Pero no pasó mucho. La respuesta oficial llegó hasta un año después.
Juan Manuel Orozco: Que el Gobierno del Estado oficialmente decretó la donación del terreno para la comunidad y que en ese decreto se reconoce por primera vez en la historia del país a una comunidad como desplazada climática.
Eliezer: Él es Juan Manuel Orozco, oficial de proyectos de Conexiones Climáticas, una de las tres organizaciones que, entre otras cosas, ayudó a la comunidad de El Bosque a organizar la rueda de prensa.
Silvia: Orozco cuenta que la reubicación fue posible gracias a que las abogadas de Nuestro Futuro, otra de las organizaciones que acompañan el caso, recurrieron a un programa de vivienda social de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu) y la Comisión Nacional de Vivienda (Conavi).
Juan Manuel: Y aunque no es específicamente para desplazadas…. para comunidades desplazadas por el clima, se pudo activar. Entonces se hizo todo un proceso para que la comunidad hiciera las solicitudes…
Eliezer: Según el Índice de Riesgo Mundial, que evalúa el riesgo de catástrofes naturales en 193 países, México es el cuarto más vulnerable a los efectos del cambio climático y el más vulnerable en América Latina. Sin embargo, hasta este momento, el país no cuenta con una política pública que atienda específicamente el desplazamiento interno forzado por impactos de esta crisis. El caso de reubicación de El Bosque es un hito histórico.
Silvia: El Congreso del estado de Tabasco aprobó la donación de un terreno de 20.000 metros cuadrados para construir 60 viviendas para las familias afectadas. Está en Frontera, que queda a 12 kilómetros tierra adentro de El Bosque. La entrega de las nuevas casas se prometió para el tercer trimestre de 2024, antes de la temporada de nortes que, como dijimos, suele empezar en agosto y puede traer vientos de hasta 100 km/h.
Eliezer: Pero hay algo que preocupa a los habitantes, algo de lo que las autoridades poco o nada hablan, algo muy importante que se tocó en la rueda de prensa: los habitantes de un pueblo pesquero piden que, al lugar al que vayan, puedan trabajar de lo que saben hacer: pescar.
Una pausa y volvemos.
Eliezer: Selene Mazón, asistente de producción de Radio Ambulante y nuestra reportera para esta historia, visitó El Bosque en mayo y octubre de este año. Queríamos conocer de cerca su trabajo en el mar, y también las ilusiones, inquietudes y dudas de la comunidad en la víspera de la entrega de las nuevas casas.
Silvia: Pero sobre todo queríamos entender las implicaciones detrás de dejar no solo su hogar, sino también su principal fuente de trabajo: el mar. Y qué dice esto de uno de los sectores productivos más olvidados de México.
Selene nos sigue contando.
Selene Mazón: Visto desde arriba, El Bosque es un pedazo de tierra rodeado por dos grandes cuerpos de agua: el río Grijalva y el Golfo de México, al sureste del país. Es un delta que con los años se ha vuelto más pequeño. Durante más de cinco décadas, esos cuerpos de agua abastecieron a familias enteras.
Guadalupe: Antes que nada te voy a decir que el lugar en donde estamos, estábamos localizados, era una playa hermosísima. Yo siempre he dicho que El Bosque aún brilla con sus alas rotas.
Selene: Ella es Guadalupe Cobos, a quien escuchamos al principio de esta historia. Nos conocimos en persona en mayo de 2024, después de algunos meses de mensajes y llamadas telefónicas. A mi llegada, lo primero que hicimos fue dar un paseo por la costa, aquella que hace 20 años quedaba a varios metros de su casa y que hoy está a la vuelta de su patio.
Guadalupe: Esta calle el año pasado todavía era una calle que la transitábamos. Esa era la casa de mi mamá. Más adelante estaba la de mi hermana…
Selene: Mientras caminamos por la costa, de vez en cuando se asoman algunos objetos sepultados por la arena: libros, sandalias, a veces algo de ropa… A pesar de las corrientes de viento fresco, el mar está en calma. De él surgen fragmentos que alguna vez fueron algo: pedazos de paredes de una escuela, una tienda, una casa.
Desde 2018, la frecuencia de los nortes ha obligado a familias enteras a emigrar a las localidades más cercanas, como Frontera, que está a 12 kilómetros de allí, o bien, los que se quedan, a mudarse a refugios temporales tierra adentro. Y con ello, El Bosque se ha ido comprimiendo hacia el centro.
En medio de este escenario, las temporadas de pesca aún representan momentos de tregua. Un recordatorio de los viejos tiempos, cuando este pueblo y el mar convivían en armonía. De hecho, unas semanas antes de mi visita, Guadalupe me mandó fotos de su familia descargando cubetas de pescado de una lancha. Se veían contentos. Y eso es lo que queríamos documentar, pero cuando llegué la realidad fue otra. El mar estaba vacío. Las embarcaciones, varadas.
Selene: ¿Y ahorita es temporada de pesca o no?
Guadalupe: Sí, estamos en temporada de pesca, el problema es que no están pescando ahorita aquí, porque el precio del pescado en México está muy barato, aquí lo estaban pagando a 25, la gasolina está a 27, ¿a dónde? Es más lo que te vas a ir al mar a trabajar que lo que vas a ganar.
Selene: Desde hace unos años, además del avance del mar, los habitantes de El Bosque enfrentan otro reto: ya no pescan tanto como antes. Por varios factores: la pesca excesiva, la destrucción de los hábitats costeros, las alteraciones en la temperatura del agua, entre otros. Según datos oficiales, de 2013 a 2022, la producción pesquera en Tabasco bajó más del 50%. Esto ha obligado a sus habitantes a navegar con sus lanchas mar adentro. Pero cuanto más lejos va una embarcación, está más expuesta al oleaje o a los cambios metereológicos, lo que incrementa el riesgo para los pescadores.
Guadalupe: A veces yo le digo que El Bosque no se cuenta todo. No, no, no has contado todo. Has contado, sí, lo más relevante lo, lo que está pasando, la comunidad en desgracia, todo lo que tú ves. Pero tenemos necesidades más allá de eso.
Selene: Necesidades como la falta de agua, de luz, de insumos básicos, de transporte público. Desde hace un año, por ejemplo, la red de combis dejó de circular por El Bosque por el mal estado de la carretera. Ahora para llegar y salir del pueblo, los vecinos tienen que hacerlo por su cuenta o pagar un taxi de 100 pesos, que son unos cinco dólares. Si tomamos en cuenta que en ese momento los intermediarios les compran el kilo de pescado a 25 pesos, poco más de un dólar, para transportarse en taxi a Frontera tendrían que pescar mínimo cuatro kilos solo para cubrir el costo del pasaje de ida.
La casa de Guadalupe es una de las últimas construcciones originales que permanecen de pie. Está muy cerca de la entrada de lo que queda del pueblo. Es sencilla: de un solo piso, con dos cuartos, techo de lámina, y un patio de tierra con una mesa.
Durante los días que estoy allí, casi siempre hay gente. Desde que el gobierno anunció la reubicación de la comunidad, con su familia o vecinos platica sobre la ilusión de mudarse a un espacio seguro, pero también sobre la incertidumbre de no saber de qué van a trabajar. Al lugar al que van, aunque hay salida al mar, no pueden pescar porque no cuentan con un varadero para resguardar sus lanchas.
Guadalupe: Siento que estamos en la misma sintonía: “Ay, Guadalupe, ¿qué vamos a hacer?”. Y yo les digo: “Allá vamos a tener una casa digna, pero no vamos a tener el Fabuloso ni Pinol para trapearla. ¿Por qué? Porque no va a haber dinero”, le digo. “No, si vamos a trabajar”, le digo “sí, obvio”, le digo. O sea, lo digo en plan de broma, pero yo sé que sí lo vamos a tener porque somos gente de trabajo. La comunidad se construyó a base de puro trabajo.
Selene: La historia de El Bosque comienza a mediados del siglo pasado cuando una ola de pescadores originarios del estado vecino de Veracruz emigraron allí atraídos por la promesa de un mar productivo. En 1982, la comunidad logró que las autoridades municipales la registraran oficialmente. En su mejor época, el pueblo tenía una escuela, una iglesia, una cancha de fútbol, luz eléctrica y transporte público que lo conectaba con Frontera, la cabecera municipal a 12 kilómetros de allí. También fue un destino turístico local, sobre todo durante la época de Semana Santa.
El motor de ese desarrollo fue la cooperativa Miralva, una asociación pesquera que, durante las décadas de los 80 y 90, empleó a todos los habitantes del Bosque. Su nombre se debe a la combinación de dos palabras: Miramar y Alvarado, regiones veracruzanas de donde proviene la mayoría de los habitantes. Pescaban ostión, mojarra, huachinango, róbalo… Eso me contó don Toño Mayoral, el esposo de Guadalupe.
Toño: Todos los días se pescaba. Se salía de aquí a las 5, 4 de la mañana y ya regresabas en la tarde como a las 4 o 5 de la tarde, pero ya llegabas con la producción, que 700-800 kilos. Se veía muy bonito. Venían los tráileres a cargar, dos tráileres llenos. Salían de aquí. Sí, a veces hasta en el pasillo tenía pescado porque ya no había más espacio para embodegar.
Selene: Las mujeres garruleaban, es decir, ayudaban a descargar cubetas pesadas llenas de pescado de las lanchas. También preparaban mariscos. Y a veces los niños ayudaban a vender. Toda la comunidad participaba.
Pero, según cuentan los pescadores, ese desarrollo comenzó a caer en la década de 1990, cuando el banco llegó a embargar sus equipos de pesca. Los directivos de la cooperativa les habían asegurado que la mitad de sus ganancias las usaban para pagar los motores de las lanchas que utilizaban, pero no fue así.
Toño: Cada quien tenía su motor, iban pagando, iban pagando, iban pagando a los directivos les pagaban. Ellos pensaban que ese dinero iba directo al banco, pues ya confiaron ¿no? pues yo debo poquito ya. Ellos iban a ir a entregar ese dinero al banco y nunca lo llevaron. El banco vino y recogió todo, todo recogió.
Selene: Después del cierre de la cooperativa Miralva, la mayoría de los habitantes de El Bosque perdió o vendió su equipo de pesca. Hoy son pescadores libres, una forma de referirse a aquellos que no pertenecen a una cooperativa ni son lo que se llama permisionarios.
Y aquí tenemos que entender al sector pesquero en México con dos de sus principales actores clave. Por un lado, están las cooperativas, que agrupan a varios pescadores con una o varias embarcaciones para capturar o distribuir su producción bajo un modelo colectivo. La Miralva fue una de ellas. Y por otro, están los permisionarios, personas que tienen permiso individual de pesca comercial. Para ser cooperativista o permisionario, los interesados tienen que comprobar que son dueños de una o más embarcaciones motorizadas. Y eso cuesta dinero. Mucho.
Los pescadores libres, generalmente, solo tienen lanchas pequeñas e instrumentos básicos como atarrayas, redes para peces como róbalo y para sierra. Ganan lo que pescan en el día y lo que logran vender. No tienen seguridad social ni un ingreso seguro.
Guadalupe: Nosotros no tenemos derecho a la gasolina como son los que tienen permiso, los permisionarios. No tenemos derecho a unas redes nuevas, no tenemos derecho a un motor o a una lancha. Todo lo que el pescador libre tiene porque le cuesta. Nadie nos ayuda.
Selene: La mayoría de los pescadores de El Bosque depende de las lanchas y equipos que les prestan los permisionarios para poder trabajar. El proceso funciona más o menos así: una embarcación sale al mar a pescar con dos o tres tripulantes. Del total de las ganancias por un día de pesca, primero descuentan el costo de la gasolina, que es aproximadamente un 20%. El resto lo dividen en dos partes: la mitad para el dueño de la lancha (el permisionario, que no va a pescar), y la otra mitad para los tripulantes. Si son tres, cada uno recibe cerca del 13% del total de las ganancias. O sea, si hacen una ganancia de 10.000 pesos mexicanos, cada pescador de El Bosque se queda con unos 1,300 pesos, es decir, 65 dólares. Menos de una quinta parte de toda la ganancia de ese día.
Rubí Mayoral: Explotan a la gente de aquí, ponen a trabajar y ellos se llevan millones y millones de pesos de este pueblo, de nuestro mar, de nuestra gente, porque la gente es la que trabaja…
Selene: Ella es Rubí, hija de Guadalupe. Tiene 33 años y desde finales de 2023, después de perder su casa en El Bosque, renta un cuarto en Frontera con su esposo e hija. Ese día está de visita en casa de su mamá.
Rubí: Y ya cuando llega la temporada de agosto y septiembre, que empiezan los nortes, se retiran, se van y ya la gente se queda así, sin poder pescar, sin trabajo, sin nada. Quedamos en cero.
Selene: Rubí me cuenta que las temporadas de pesca son cada vez más impredecibles. Si a eso se le suma la fluctuación de los precios de pescado –que varían según lo que fijen los intermediarios en la Ciudad de México– muchas veces no les conviene salir a pescar. Durante esas épocas difíciles, algunos vecinos se endeudan o migran a otras localidades a trabajar. Otros se dedican a pescar en la orilla, ya sea para la venta minorista o para su propio consumo. No reciben ningún apoyo gubernamental.
Rubí: Aquí lo que pasa, aquí en Tabasco, es que sí da un apoyo el gobierno, pero va directo al dueño de… al permisionario, no directo al pescador. Los pescadores no tocan nada. También vienen redes, vienen los vales de gasolina. El dueño, el del permiso, jamás va a decirle al tripulante: “Hoy no me pagues la gasolina porque me llegó el vale”, nunca.
Selene: En medio de este panorama, también han aumentado los delitos en altamar. Y aunque no hay datos oficiales, algunos pescadores con los que platiqué dicen que hay más delincuencia. De hecho, mientras estuve allí, me enteré que al esposo de Rubí le robaron el motor mientras pescaba en otro pueblo. Aquí de nuevo Don Toño, papá de Rubí y esposo de Guadalupe.
Toño: A mi yerno le acaban de robar un motor que estaba recién comprado, tenía como un mes y medio. Nuevecito se lo acaban de robar. Se quedó de brazos cruzados porque le robaron el motor. ¿Y a quién le va a echar la culpa? No se puede.
Rubí: Esta era mi casa, pero obviamente que estaba más bonita y ahora todo se lo comió el mar…
Selene: Durante 14 años, Rubí vivió en una casa a espaldas de la de Guadalupe, su mamá. Estaba ubicada sobre una calle principal, enfrente de la escuela primaria. Era una construcción de un solo piso de paredes de color rosa, hoy descoloridas, roídas por la sal del mar. Al lado de ella estaba un centro de reunión evangélico. Todos los domingos los miembros de esa congregación se ponían a cantar.
Rubí: Es que hacían mucho ruido porque tenían su teclado y así. Y yo a veces decía: “Ay, ya van a empezar, no me dejan ni escuchar la tele”. Y ahora digo: “Ay, deseo que es… escuchar eso nuevamente”, pero pues ya no volverá a ser.
Selene: Rubí me cuenta que esa casa le perteneció a su abuela. Cuando era niña, la vio construirse desde cero. Siempre le gustó.
Rubí: Y yo decía, algún día esta casa va a ser mía. Así lo decía. Algún día esta casa va a ser mía.
Selene: Y así fue. Hoy en su interior solo hay paredes desnudas, un ventilador oxidado, una Biblia sobre lo que fue la barra de la cocina y polvo, mucho polvo…
Además del eco de nuestros pasos, nos acompaña Viviana, una vecina de El Bosque que perdió su casa en 2022. La de ella, a diferencia de la de Rubí, ya no existe. Está sepultada por el mar.
Viviana: No me gusta ir para allá, no me gusta porque recuerdo mi casa, o sea, recuerdo que, que ahí dijera mi, mi niñez, mi juventud, ahí tuve mis hijos, ahí nacieron. Y pues sí. Todavía me duele.
Selene: Perder espacios que también fueron raíces y el origen de tantas historias es doloroso. Por eso quizá, para aliviar la pena siempre surgen los recuerdos, las anécdotas que traen de vuelta a la comunidad.
Viviana: ¿Te acuerdas cuando íbamos a hacer limpieza en la escuela, que nos peleábamos porque nos tocaba?
Rubí: No, maestro, no se vale, porque nos están dando más y otros menos…
Viviana: Le digo, mira, le digo, tanto pelearnos por la… Y mira, ahorita
Rubí: Ahora ya se acabó todo.
Viviana: ¿Con quién vamos a pelear? Con la mar porque fue quien se lo llevó.
Selene: Una de las tardes que estuve en El Bosque, unas mujeres de una iglesia de Frontera, llegaron con varios bultos de ropa para donar. También llevaron refresco y pan dulce. Allí conocí a Reyes, tiene 9 años. Sus papás son pescadores y perdieron su casa en 2023.
Selene: ¿Qué te gusta de vivir aquí?
Reyes: Porque está bonito. Porque antes vivíamos allá al fondo y ya no lo tenemos. Ahora nos dieron esta casa. Nos la prestaron, pues.
Selene: ¿Quién se las prestó?
Reyes: Un señor.
Selene: ¿Y ahorita qué haces? ¿Cómo es tu día a día?
Reyes: Jugando con mis amigos.
Selene: ¿Vas a la escuela?
Reyes: Sí, solo que ahorita no tenemos clases.
Selene: ¿Dónde tomas las clases?
Reyes: Allá.
Selene: Allá, dice, a unos metros de donde estábamos.
Desde que el mar se llevó la escuela, los niños toman clases en un espacio improvisado al lado del río Grijalva: en un patio de tierra con una mesa de plástico y algunas sillas. Este escenario contrasta profundamente con la escuela que solían tener, equipada con salones, una cancha y un comedor escolar. Todos los días una maestra se desplaza desde Frontera hasta El Bosque para impartir clases a un grupo de cinco o seis niños de diferentes niveles. A mediodía se va porque no hay un baño al que pueda ir.
Muchos habitantes de El Bosque con los que platiqué se sienten emocionados por la reubicación, pero al mismo tiempo están preocupados. No saben de qué o cómo van a trabajar. Y sin eso, sus habilidades y conocimientos en un ambiente urbano son poco útiles. La mayoría de ellos solo tienen educación básica. Los más viejos no terminaron la primaria porque comenzaron a trabajar en la pesca desde muy pequeños. Y a pesar de que casi todos con quienes hablé se sienten orgullosos de ser pescadores y les gustaría dedicarse a eso…
Viviana: Pues ora sí lo que me gusta también es ser pescador o pescar.
Miguel: Pues nosotros, mi orgullo era ser pescador. O sea, sustentarme de la pesca.
Guadalupe: La pesca es lo máximo. Todos los días que sales a pescar al mar es una aventura nueva.
Don Toño: Muy bonito. Te divierte. A la vez te divierte.
Selene: Al mismo tiempo, muchos no desean que sus hijos sigan este camino.
Selene: ¿A usted le gustaría, por ejemplo, que su hijo se dedique a la pesca?
Don Toño: No.
Viviana: La verdad, no. Yo quiero que mi hijo sea alguien en la vida, que tenga una profesión.
Rubí: Que no sean como nosotros, que no sufran en un futuro.
Guadalupe: Nosotros de verdad porque no nos quedó de otra. A la mejor no tuvimos estudio. A mí sí me hubiera gustado estudiar.
Selene: El Bosque ha tejido una relación compleja con el mar, que se suma al dolor de perder su hogar.
Silvia: Después de la pausa, Selene visita la comunidad de El Bosque a finales de octubre, cerca de la fecha en la que estaba planeada la reubicación.
Eliezer: También, vamos a hablar de una de las principales actividades económicas del país que ha contribuido a la precarización de la producción pesquera en el estado de Tabasco.
Ya volvemos.
Silvia: Estamos de vuelta en El hilo. Antes de la pausa, nuestra reportera Selene Mazón viajó a El Bosque, una comunidad pesquera al suroeste de México, la primera reconocida como desplazada climática en el país. Selene nos sigue contando.
Selene: Visité El Bosque otra vez a finales de octubre, cerca de la fecha en que las autoridades federales habían prometido la reubicación. Cuando llegué, la carretera de la entrada del pueblo estaba más deteriorada, al taxi le costó trabajo entrar… Días antes, había estado lloviendo. Los caminos estaban llenos de lodo y ramas caídas. Y, en general, se sentía más solitario. Un pueblo en camino a convertirse en fantasma. Guadalupe seguía allí. Ese día estaban sus nietos con ella.
Guadalupe: Este mes de octubre ha sido duro, difícil… Septiembre y octubre han sido dos meses duros, ¿verdad? Donde casi no ha habido pesca. No porque no haya, sí hay, porque la gente cuando se compone el mar va y pesca, y lo hay, sino porque el mar no lo había permitido.
Selene: De junio a octubre de ese año, una serie de tormentas tropicales impidió que los habitantes pudieran salir a pescar. La más reciente fue Milton, que trajo lluvias muy fuertes, con vientos de 50 a 70 kilómetros por hora.
Guadalupe me contó que más vecinos se habían ido. Entre ellos, la familia de Reyes, el niño de 9 años que conocí en mi primera visita. Además, los niños llevaban más de un mes sin tener clases. La maestra que viajaba desde Frontera simplemente dejó de ir. Y a pesar de que Guadalupe se había mantenido firme en quedarse en El Bosque, durante estos meses la situación la obligó a pensar en un plan B.
Guadalupe: Yo ya renté algo en Frontera. Dos meses tiene. Ya he pagado dos veces, como un as bajo la manga, digo yo, porque si esto se pone muy feo pues hay que pensar en todo.
Selene: Pero lo que más pesaba era, de nuevo, la incertidumbre. Para ese momento, la fecha de entrega de casas seguía siendo incierta. Y aunque la construcción había avanzado mucho desde mi primera visita, para finales de octubre a las casas todavía les faltaban ventanas y puertas. Las calles seguían sin pavimentar. La información que circulaba era confusa. Había rumores de que, una vez reubicados, las autoridades no permitirían a los habitantes regresar a pescar.
Más allá de las ruinas y los escombros de las casas, el paisaje del mar de El Bosque tiene otra presencia difícil de ignorar: las plataformas petroleras.
Guadalupe: El mar tiene un olor feo, como a lodo. Y antes no lo tenía.
Selene: ¿Antes cómo era el olor?
Guadalupe: El olor del mar siempre es bonito. Es salinoso. Es a sandía. Es bueno el olor. Eso significa que va a haber pescado.
Selene: El olor que está ahorita. ¿Cuál sería entonces?
Guadalupe: No sé, pero no tiene su olor que antes usualmente tenían. No, ya de un tiempo para acá ¿no? Y eso que te digo del olor también yo siento que es por las plataformas. Ha cambiado su olor el mar, como a petróleo. Hay noches que huele muy feo.
Selene: Y esta presencia tan evidente también influye en las actividades de pesca de la comunidad. Para entender un poco más de eso, un día de octubre de 2024, me reuní con él:
Joaquín Madrigal Olán: Soy Joaquín Madrigal Olán. Me dedico a la pesca. Soy presidente de una Federación de Sociedades Cooperativas Pesqueras aquí en el municipio de Centla, Tabasco.
Selene: Estamos en la parte trasera del mercado municipal de Frontera, al lado del río Grijalva. Joaquín me cuenta que, como presidente de una federación de cooperativas, le toca defender y encabezar las demandas de los pescadores miembros ante las autoridades. Y, con este cargo también es uno de los principales voceros de la crisis pesquera que vive la entidad.
Tabasco es un estado históricamente ligado al petróleo. En el Golfo de México se extrae alrededor del 81% del petróleo mexicano. Y de hecho, a 80 kilómetros de allí está el proyecto emblema de la gestión del entonces presidente Andrés Manuel López Obrador: la refinería Dos Bocas.
Joaquín me cuenta que, durante la década de los 80, el municipio de Centla fue uno de los principales productores en México de escama marina –así se le conoce a los productos del mar–. Pero, a medida que la explotación petrolera crecía en Tabasco, la captura de pescado empezó a disminuir.
Joaquín: A nosotros nos ha impactado muchísimo el asunto petrolero. Tenemos nosotros estadísticas que a raíz de que empieza la explotación de hidrocarburos aquí, particularmente en el estado de Tabasco y parte de la sonda de Campeche, está disminuyendo la producción: muchas especies han migrado, digo no se quedan, hay mucha contaminación, hay derrames constantemente, el ruido, el transitar de los barcos a diario hace que disminuya la producción, pero a la vez nos desplaza de nuestras áreas habituales de pesca.
Selene: Para Joaquín, la explotación petrolera está usando mecanismos legales para desplazar al sector pesquero. Uno de los más importantes es un decreto presidencial de 2003 que prohíbe a los pescadores acercarse de uno a cinco kilómetros a la redonda de las plataformas petroleras. Si consideramos que, según él, hay más de 300 plataformas en el litoral de Tabasco, las áreas disponibles para que los pescadores puedan hacer su trabajo son muy limitadas.
Joaquín: Digo, yo entiendo que la prioridad la tiene el petróleo y la producción de hidrocarburos, el traslado de gasoductos, pero yo creo que se deben de conciliar las actividades de estas grandes empresas con la actividad primaria que nosotros tenemos aquí como sector pesquero, de manera que nos respetemos y que se le dé el valor a cada una.
Selene: Porque claro, si bien el sector petrolero juega un papel crucial en la narrativa oficial de crecimiento económico y soberanía energética del país, los habitantes de las comunidades costeras cercanas a las plataformas petroleras, como El Bosque, difícilmente son beneficiarias directas de este desarrollo. Así lo han reportado investigaciones periodísticas y estudios que señalan que, a pesar de que la estatal Pemex está obligada a donar recursos a los estados petroleros para reducir su impacto ambiental, el destino final de la mayor parte de esos fondos es poco claro. En cambio, las comunidades pesqueras sí reciben los impactos ambientales. Por eso, para Joaquín es importante que el gobierno revise la situación de los pescadores de Tabasco o bien participe activamente en la construcción de alternativas de empleo para ellos.
Joaquín: Y es precisamente eso, ¿no? De que ya no podemos salir por el robo de motores, por la cuestión de la persecución de Marina, porque no tenemos ya suficiente recurso para alejarnos, porque ahorita el pescado ya no está aquí a la orilla, tiene que irse lo más lejos y es más inversión. Pero si te toca la desgracia de que no traes nada, pues no, no te queda.
Selene: Es decir, que participe activamente en la construcción de alternativas de empleo para ellos.
Joaquín: No sé, a través del turismo o la misma lancha rentada de las compañías que van a trabajar. Aquí, por ejemplo, viene la construcción del Puerto de Altura, pudieran contratar personal que les esté ayudando ahí y eso nos da un ingreso a nosotros, pero pues como que no nos ven.
Selene: Para Joaquín ese “no nos ven” radica, quizá, la singularidad de la relación entre el petróleo y las zonas pesqueras de Tabasco, un problema que no enfrentan otras regiones del país.
Joaquín: Es decir, este problema no se presenta ni en Nayarit, ni en Culiacán, ni en ningún otro lado más que aquí en Tabasco. Entonces a la Conapesca no le interesa. Es solo un Estado el que está perjudicado y no todo el país, no todo el conjunto de pescadores a nivel nacional.
Selene: Desde 2023, Rita Pacheco y Cristina Cobos, la mamá y hermana de Guadalupe son desplazadas climáticas. Viven en una casa prestada en Frontera, la localidad donde se está construyendo el fraccionamiento al que serán reubicados los habitantes del Bosque. El día de mi visita, nos sentamos en la sala, un pasillo estrecho y alargado de paredes blancas y azules. Allí me cuentan que les ha costado adaptarse al nuevo lugar. Primero, el clima: a diferencia de El Bosque, donde las corrientes de aire refrescan el ambiente, en Frontera el calor es mucho más intenso. Segundo, y más importante: han tenido que lidiar con una característica muy propia de las ciudades. Esta es Rita:
Rita Pacheco: Más que nada el encierro, porque todo el tiempo estamos con, no es igual que en El Bosque que estamos, era libertad pues. Y aquí no, aquí siempre tenemos que estar con el portón cerrado y adentro. Claro que, que todo el día pues era tener plática con la gente, no sé, no nos sentíamos solas pues. Y aquí sí, aquí sí más la soledad.
Selene: En El Bosque, doña Rita era dueña de una tienda de abarrotes. Me dice que todos los vecinos la llamaban con su nombre y siempre tenía con quien platicar. Ahora solo se conforma con unos buenos días de vez en cuando. A su hija Cristina le pasa algo similar. Extraña la convivencia, la familiaridad con sus vecinos… Para ella, el desplazamiento se resume así:
Cristina: Perdimos nuestra raíces, perdimos nuestras raíces, nuestra identidad.
Selene: ¿Cuál es su identidad? ¿Cómo la describirías?
Cristina: Pues es… Este principalmente que nos perdimos como personas. Ahí era como una gran familia. Y ahora pues…
Selene: Según Juan Manuel Orozco, de Conexiones Climáticas, una de las organizaciones que acompañó el caso de El Bosque, hay que tomar en cuenta tres aspectos clave para desarrollar una política pública alrededor del desplazamiento climático. El primero es construir procesos participativos con las comunidades en riesgo que expliquen de forma clara y sencilla por qué es necesaria su reubicación. Esto es importante para que estén dispuestas a dejar su territorio. Aquí Juan Manuel:
Juan Manuel: Nadie se va de su territorio por puro gusto, porque ahí tienes tus raíces, ahí tienes tu familia, ahí tienes a tus amigos, a tus amigas, ¿no? Pero cómo integras esas comunidades para que reconozcan el riesgo, el riesgo real, digamos, y que estén dispuestas a hacer un proceso de transición, es decir, a ser reubicadas.
Selene: En segundo lugar, señala que no basta con la entrega de viviendas. Hay que entender que se trata del traslado de una comunidad entera, con la complejidad que implica eso…
Juan Manuel: Con sus relaciones, con sus espacios religiosos que se están perdiendo, con sus espacios de reunión, con sus historias, tradiciones, vecindades. Entonces también me parece que eso es muy importante de integrarlo para que pues se puedan poner en el centro de el diseño del plan de la reubicación.
Selene: Por último, es esencial que las autoridades le den a la comunidad información clara y certera sobre el periodo de espera y de lo que viene después de la reubicación. Eso incluye aspectos como la posibilidad de mantener o no una relación con el territorio que están dejando.
Juan Manuel: Si en este plan de reubicación no está integrada la posibilidad de conservar de alguna manera, por ejemplo, la pesca en la comunidad de El Bosque, pues me parece que pues en la incertidumbre es muchísimo más difícil tomar decisiones para las familias sobre su futuro.
Selene: Hasta ahora, las autoridades no han emitido ninguna declaración oficial sobre el futuro de El Bosque después de la reubicación.
Representante del municipio de Centla: Bienvenidos a la entrega de Constancias de Asignación y Vivienda a beneficiarios de reubicación de la colonia El Bosque. Vamos a proceder…
Selene: La reubicación finalmente ocurrió el 15 de noviembre de este año, dos semanas después de mi visita. Comenzó con un acto protocolario al que asistieron representantes de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu) y la Comisión Nacional de Vivienda (Conavi).
El nuevo fraccionamiento de El Bosque abarca un terreno de dos hectáreas, equivalente al tamaño de dos estadios Azteca. Se encuentra en las afueras de Frontera, donde muchas familias desplazadas estaban rentando. Allí se entregaron 51 viviendas de 54 metros cuadrados cada una, ubicadas en lotes individuales de 160 metros cuadrados. Pintadas de blanco, las casas de El Bosque, tienen dos cuartos, un espacio de sala y cocina y un patio para lavar y tender ropa.
Rubí: Les voy a presentar mi casa. Aquí está la entrada.
Selene: Ella es de nuevo Rubí, cuenta cómo le gustaría decorar cada espacio.
Rubí: Esta parte de aquí va a ser la sala. Me imagino… Pienso comprarme una sala, en esa pared voy a poner la televisión. Aquí está la cocina. Aquí voy a poner mi estufa, mi refrigerador, mi alacena de mis trastes…
Selene: El ambiente en este día de la entrega de las casas era una combinación extraña entre celebración y tristeza. Un día antes, un miembro de la comunidad murió en un accidente de auto. Además, había entre seis y ocho familias que no se integraron al padrón de la reubicación, como él…
Francisco: Me llamo Francisco Javier Balcázar Hernández, tengo 27 años y pues yo aquí crecí y pues no me dieron a mí este vivienda, pues la verdad pues ahí sí no no sé por qué motivo, pues aquí en la colonia El Bosque yo tenía un terreno, este… tenía yo mis papeles, tenía todo en regla.
Selene: A pesar de la sensación agridulce, había emoción. Emoción de ver el resultado de un largo proceso de lucha colectiva. La promesa de un nuevo comienzo, que todavía tiene muchas preguntas sin responder, pero que en ese momento, les hizo sentir que fueron escuchados. En sus maletas no solo hay objetos, sino también recuerdos del mar. Esos que no se ven, pero que siempre permanecerán con ellos.
Rubí: En el Bosque, al levantarme, la ventana principal de mi casa abría yo la ventana y lo primerito, primerito que veía yo era el kínder.
Guadalupe: Nuestros días de fiesta, nuestros cumpleaños, nuestros 10 de mayo, nuestras celebraciones del Día de muertos.
Don Toño: Esta vista que temprano te levantas y ves al río. El fresco de la mañana, jamás va a ser lo mismo en otro lado que aquí.
Viviana: Ah, la playa…la playa. Irnos a bañar cada vez que que queremos.
Rita Pacheco: El mar me lo dio todo, si no hubiera habido pesca, no hubiera habido ese mar. Quizás yo no hubiera producido lo que realmente producí, que se perdió. Ni modo, se perdió. Así Dios lo quiso, ¿verdad? Pero yo estoy agradecida con el mar, porque él nos lo dio todo en su momento.
Silvia: Al cierre de este episodio, el nuevo vecindario de El Bosque todavía no cuenta con servicios básicos de agua y luz. Es lo que nos contó Guadalupe en un audio. Tanto ella como algunos vecinos no se han mudado por completo a las nuevas casas. En El Bosque, dice, por lo menos su esposo puede salir a pescar y ganar algo de dinero. Y, aunque en el evento de la reubicación las autoridades dijeron que iban a revisar la situación de los vecinos que quedaron excluidos del padrón de beneficiarios, todavía no hay una declaración oficial. Por el momento, la organización no gubernamental Nuestro Futuro se comprometió a acompañarlos legalmente para recibir su reubicación justa.
Eliezer: Si bien la reubicación de El Bosque representa un hito histórico en México, todavía está pendiente crear una política pública que aborde de manera integral el desplazamiento climático.
Silvia: Según una estimación del Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático, hasta 2017, 20% de los municipios a nivel nacional eran vulnerables al cambio climático. A nivel regional, se han reportado casos de erosión costera en Colombia y en Honduras. También en la isla Gardi Sugdub, en Panamá, que se está hundiendo. Las 300 familias que viven allí están siendo realojadas. Radio Ambulante cuenta su historia en el episodio “Adiós al mar”.
Selene: Este episodio fue producido por mí, Selene Mazón. Lo editaron Silvia, Eliezer y Daniel Alarcón. Bruno Scelza hizo la verificación de datos. El diseño de sonido y la música son de Elías González.
Queremos agradecer a Alondra Reséndiz, nuestra reportera colaboradora quien fue al evento de reubicación a mediados de noviembre de este año y participó en esta historia.
El resto del equipo de El hilo incluye a Daniela Cruzat, Mariana Zúñiga, Nausícaa Palomeque, Analía Llorente, Samantha Proaño, Desirée Yépez, Paola Alean, Juan David Naranjo Navarro, Elsa Liliana Ulloa y Natalia Ramírez. Daniel Alarcón es nuestro director editorial. Carolina Guerrero es la CEO de Radio Ambulante Studios. Nuestro tema musical lo compuso Pauchi Sasaki.
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